La palabra dignidad deriva del latín "dignitas". La dignidad en si es la necesidad emocional que todos tenemos de reconocimiento público por la autoridad, personal, amigos, familiares, círculo social, entre otras, de haber hecho bien las cosas. La dignidad es el valor intrínseco y supremo que tiene cada ser humano, independientemente de su situación económica, social y cultural, así como de sus creencias o formas de pensar.
Seas quien seas y ocupes el nivel social que ocupes, simplemente por ser humano tienes el derecho de ser tratado con la máxima cortesía y amabilidad. Y es tu responsabilidad hacer lo mismo con los demás y comunicarte con ellos bajo la premisa de que son personas dignas, valiosas y capaces.
No tienes derecho a hacer sentir a otros con tus malos tratos por el simple hecho de que tu estés de malas o irritable. Tampoco de manipular a los demás para que se responsabilicen por lo que a ti te toca, ni de exigir que las personas que te interesan salgan siempre al encuentro de tus necesidades, expectativas o deseos.
La interacción entre las personas abre la posibilidad de conflicto de derechos y necesidades, lo cual requiere una actitud de negociación y flexibilidad; un esquema de ganar-ganar, ceder-ceder; el entendimiento racional de que no siempre logramos lo que deseamos.
Si no se aplica la flexibilidad implicaría quedarnos solos con nuestros derechos pues constantemente provocaríamos insatisfacción en los demás. Lo ideal es buscar un balance satisfactorio en donde todos los participantes obtengan, razonablemente, lo que necesitan; por ejemplo, en el caso de una familia, un equipo de trabajo o una escuela, todos tienen que ceder algo para conseguir algo a cambio.
El conflicto no tan solo es inevitable sino que ayuda a desarrollarnos como personas, sobre todo si sabemos mantenernos en la línea del autorrespeto y el respeto por los demás, con capacidad de expresión y suficiente animo de escuchar y entender lo que a los demás les sucede.
Es difícil hacer a un hombre miserable mientras sienta que es digno de sí mismo.
Abraham Lincoln