miércoles, 21 de abril de 2010

No le tema al Fracaso

El Fracaso es el modo mas común de explorar lo desconocido… y acaso sea su mejor maestro.

Se encuentra usted empantanado en una carrera profesional que no avanza, preguntándose porqué el éxito siempre esta un poco mas allá de su alcance. Todo un coro de líderes empresariales tienen la respuesta. El éxito lo elude a usted porque –¡agarrese!- no ha tenido suficientes fracasos.

Muchos consejeros vocacionales se empeñan en decir que el fracaso es la vitamina para el éxito. No se trata, por supuesto, de lanzarse a un desastre seguro para ser místicamente recompensado por el triunfo. Se trata, más bien, de reconocer, simplemente, que las personas que se arriesgan a fracasar -y aprenden de sus tropiezos- son las que mas probabilidades tienen de triunfar en todo cuanto emprenden.

Pink Glove Dance video campaña contra el cancer de mama

Este vídeo recién me esta llegando a mi correo, trata de una campaña para la lucha contra el cancer de mama; los participantes son la mayoria del personal del hospital Providence St. Vincent Medical de Portland, Oregon.

Ellos bailan promocionando unos guantes color rosa con la condición de que el fabricante de los mismos haga una donación considerable en caso de que se contabilice -en You Tube- un  millón de veces visto el video; hasta el momento en que estoy escribiendo este post ya van mas de 9 millones de veces.

Las expectativas están rebasadas de sobra, pero hay que ver la gracia y ganas que le puso el personal del hospital por una causa muy noble, ademas la divertida que se habrán dado, como usted lo podrá observar.

La cancion es: Down - Jay Sean Feat. Lil Wayne

Tecnica contra los desaires

“Hay ocasiones en que la intimidación toma formas inesperadas” dice Robert Dilenschneider, presidente de Hill y Knowlton, Inc., -una de las má grandes compañías de relaciones públicas del mundo- y escritor de varios libros de desarrollo personal. “El desaire es una de ellas, y yo hago esfuerzos extraordinarios para rechazarlo”.

“Mientras esperaba mi turno para hablar en una conferencia, me halle solo en un recinto, con un banquero canadiense muy aristocrático. Para romper el silencio, le hice una pregunta sobre la ley comercial que se estaba debatiendo en el Parlamento de Canadá, y él me respondió con un despectivo ¡Bah!.

Transcurridos unos minutos, probé suerte con otra pregunta. Cinco minutos mas de pétreo silencio. Entonces redacté una nota y se la di. El banquero enrojeció de rabia… y luego soltó la carcajada; había comprendido que no le quedaba mas remedio que ser cortés.

En el trozo de papel yo había escrito: Puedo seguir con este juego el tiempo que usted desee”.
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