sábado, 22 de mayo de 2010

Encendiendo las buenas ideas


Todas las buenas ideas
suelen manifestarse en los seres humamos
en forma de energía.

Pero gran parte de ese combustible
arderá mal o no arderá en absoluto,
a menos que lo encienda,
una llama o una chispa proveniente del exterior…,
digamos, de otra persona.

Todos tenemos Manias

Si usted cree que es una persona sin excentricidades, considere si incurre en alguna de estas extravagancias:


-Reusarse a tomar el primer diario en una pila, en el puesto de periódicos.

-Insistir en dormir en determinado lado de la cama.

-Asegurarse de que los billetes de menor denominación queden en la parte exterior.

Saber escuchar es buena medicina


Con el don de escuchar viene aparejado el don de curar.

Pues escuchar a nuestros hermanos
hasta que ellos hayan pronunciado
las ultimas palabras de sus corazones
es curativo y consolador.

Alguien ha dicho que es posible
“escuchar el alma de una persona en el fondo de sí misma”.

Soy de la misma opinión.

Cuando el corazon late en otra parte y no en la familia

Cuando se habla de perdón, de caridad, nos acordamos inmediatamente de los ancianos, de los marginados. Y que por eso, para ejercitar la caridad, es necesario "salir de casa".

Pero no se nos ocurre pensar que el primer territorio en donde debemos manifestar la caridad, la paciencia, la comprensión, la generosidad, la delicadeza, la fantasía del amor, el aguante secreto de los defectos ajenos, el respeto, es el familiar.

Hay personas “sensibles y abiertos a las instancias sociales”, y dicen que su corazón “late al compás de las necesidades del mundo”, pero no caen en la cuenta de tener en su propia familia un pedacito de “necesitados”, en el olvido, porque su corazón esta empeñado en latir en otra parte.

El Inolvidable Sherlock Holmes

Cada año, cientos de cartas llegan al numero 221 “B” de Baker Street, en Londres, dirigidas al legendario detective Sherlock Holmes, creado por sir Arthur Conan Doyle.

En las oficinas de la Abbey National Building Society -donde la casa victoriana de Holmes habría estado, si hubiese existido-, Suet Brown, actuando como su secretaria, responde: “El señor Holmes lamenta no poder escribir personalmente. Se ha retirado, prefiriendo la paz y tranquilidad de los campos de Sussex al estruendo del Londres moderno”.

Holmes sigue recibiendo tarjetas el día de su cumpleaños, invitaciones a bodas, tarjetas del día de la amistad, propuestas de matrimonio y, desde luego, cientos de peticiones para resolver misterios.

“Recibí una carta de un señor de Estados Unidos”, cuenta Sue. “Decía que al bajar de un tren en Kansas vio al profesor Moriarty, el archienemigo de Holmes, disfrazado de portero de ferrocarril. Rogaba a Holmes ir allá inmediatamente, para aclarar el caso”.

La Ambicion no mata


“Lo mató su ambición”,
es una observación que oímos a menudo.

Sin embargo, casi siempre es falsa.

A nadie arruina la ambición.

Nos arruinan la incompetencia, l
a pereza o la ignorancia.
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