martes, 4 de agosto de 2009

Los Valores Perdidos de los Jovenes


En estos días es muy común ver noticias delictivas en los medios donde los participantes principales son jóvenes con edades que fluctúan entre los 16 y los 18 años y es muy triste oír los argumentos que exponen y que los llevaron a cometer el ilícito.

También es muy común ver que se salgan a divertir a las horas que antes nosotros regresábamos a nuestro hogar después de una fiesta, esto ultimo se debía a que respetábamos, sin cuestionar, las reglas de nuestros padres.

Todos sabemos, y estaremos de acuerdo, que son otros tiempos, tal vez otra cultura, con mas bondades y protección a los niños (futuros jóvenes), donde las medidas correctivas de antaño ahora están tipificadas como delito y por ende, aun con una denuncia anónima, el que las aplica va irremediablemente a la cárcel.

Durante nuestro crecimiento y juventud el acatar las reglas del juego no era por miedo a los castigos, sino, simple y sencillamente, por respeto a nuestros padres, a los mayores, algo que ahora, con esta modernidad, se ha perdido.

Y a donde nos ha llevado esta modernidad en la educación? Al consumo de alcohol y de drogas, a la indisciplina y violencia intrafamiliar y escolar, al abandono prematuro de las aulas, incluso, y lo mas triste al rechazo y rebeldía sin freno hacia los padres… En resumen, a la desorientación y desequilibrio entre la edad biológica y la psicosocial manifestado, esto, con comportamientos inadecuados o violentos.

¿Qué está pasando? Los padres se lamentan, pero conceden a sus hijos cuanto piden. No digo que sean los padres los únicos culpables del comportamiento de los jóvenes, pero si que tienen que mucho que ver. En cualquier caso, la pregunta es inevitable ¿Existe una crisis de valores en los jóvenes? La respuesta está en la propia realidad, Sí que hay una crisis de valores. La importancia de conceptos como la humildad, el respeto, la prudencia y el esfuerzo se están perdiendo y están siendo sustituidos por los perjuicios que originan la avaricia, la soberbia y el egoísmo.

He aquí algunos de los aspectos que describen la situación juvenil:

Síndrome de Peter Pan. Este término fue utilizado por primera vez en el libro titulado The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (”El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece”), escrito por el Dr. Dan Kiley y publicado en 1983.

Este síndrome, comenta el Dr. Kiley, se caracteriza por la inmadurez en ciertos aspectos psicológicos, sociales, y por el acompañamiento de problemas sexuales. Es decir, permanecer en la eterna adolescencia.

Pero… ¿Estamos sobreprotegiendo a nuestros hijos? El darle muchas libertades, de las que nosotros no teníamos, llevan a los jóvenes a adelantarse en ciertos comportamientos de riesgo como son el consumo de alcohol y drogas, así como conductas sexuales improcedentes y hasta delictivas.

Esto, por lo general, trae como consecuencia que el joven no despliegue su personalidad normal y saludablemente, lo que les deja anclados en una comoda y disfrutable “adolescencia permanente”, que impide su proceso de maduración y condiciona, consecuentemente, su proyecto de vida.

Conductas de riesgo. Las actitudes entre menores hacen sonar todas las alarmas acerca del clima en que se estan educando los jóvenes. Es notorio que vivimos en un clima pernicioso, sin valores, donde se trivializa la sexualidad y se fomenta el placer como fin supremo de la vida, así como la negación de todo principio religioso, político y social, y todo esto desde edades muy tempranas.

Pese a que en general los padres se esfuerzan en hacerlo bien, falla la educación. Los chicos no saben, o no quieren saber, dónde está el límite entre lo admisible y lo prohibido. Una obligación de nosotros los padres es la de transmitirles a nuestros hijos normas y principios de respeto al prójimo y cultivar su autoestima.

Beber hasta embriagarse. Uno de los riesgos que llevan a los jóvenes al consumo de las drogas es el consumo del alcohol. El salir con los amigos se ha convertido en un acto de consumo de alcohol sin precedentes, como si no conocieran otra forma de relacionarse socialmente. No hay que estar en contra de que lo hagan ocasionalmente, y con medida, solo que no lo hagan por costumbre y cada fin de semana.

Todo ello lleva a recordar que la familia y su estilo educativo son determinantes en la actitud de los jóvenes ante el alcohol y que es una actitud que no debe ser aceptada, ya que en la adolescencia no existe el consumo responsable de alcohol. Pero pocos padres aceptan el problema.

Drogas. En este periodo de la vida los efectos de las drogas, como los del alcohol (droga también) son devastadores, según estudios prestigiados, es cada vez mayor el número de jóvenes que se convencen de que las drogas provocan serios efectos sobre la salud, pero este hecho se contradice con las tasas altísimas de consumo de todo tipo de drogas, pasando desde el alcohol, cannabis, anfetaminas, éxtasis y acabando en la cocaína.

Problemas en las aulas. La escuela es un reflejo de la falta de valores, aunque sea uno de los lugares idóneos, junto con la familia, para inculcarlos. Las consecuencias del “todo vale” es fomentado hasta por los mismos maestros, el dicho de “el que tranza, avanza” tiene mucho arraigo en la cultura y este se transmite de generación en generación. Ejemplos? hay muchos, solo basta con recordar de los maestros que se han guardado para si las cuotas para mantenimiento de los planteles.

Causas y remedios. Ley del mínimo esfuerzo, la escasa relación de las familias con la escuela, el desprecio de la autoridad del profesor y unas malas leyes educativas forman son factores del fracaso escolar. En el caso de los alumnos su esfuerzo es mínimo, porque mínima es la exigencia para pasar de curso.

Debe de haber una mayor exigencia y más conexión entre la escuela y los padres. También debe de haber mayor atención a los alumnos con mayores necesidades, haciendo hincapié en las asignaturas con peores resultados.

La falta de valores toma su evidencia en las agresiones entre los propios alumnos y las burlas y agresiones contra los profesores. Estas denigrantes prácticas se producen con mayor intensidad partir de los 12 años.

No se debe consentir de ninguna maneras las amenazas como “si no me apruebas, te voy a rajar“ o “en la calle te espero con mis colegas”. Hay que aprobar una ley que reconozca la autoridad del profesor y se tiene que sancionar duramente a los alumnos más conflictivos.

Es muy notoria, en la actualidad, la falta de referentes claros para los adolescentes, a cualquiera lo consideran ídolo y llegan a la histeria por verlos de cerca o conseguir algo de ellos. Dejan de lado los valores que puedan tener y ponen su mirada en el poder y el dinero que llegan a conseguir.

Los medios de comunicación. Otro factor muy importante para la desvalorización de la juventud es sin duda la televisión y la radio, este tele que no tiene valores, que está llena de contenidos chismosos a cualquier hora –sin valores-, de programas en los que por dinero cualquiera es capaz de dejarse humillar, de realitys basura que el único entretenimiento que ofrece es ver a unas personas que no ofrecen nada, series que transmiten violencia y sexo en horario infantil o programas que solo los hacen para llenar el horario, nada que te aporte algo para aumentar la cultura o los valores. Estos hechos y seguro que muchos más, trastoca seriamente los valores que deberían inspirar una educación responsable.

Es extraño pero vivimos en una sociedad “anestesiada”. Una sociedad en la que todo vale y en la que se trivializan el sexo y las relaciones humanas, y en la que unos padres se llevan las manos a la cabeza cuando se enteran que su hijo ha cometido un delito. Unos padres que no son capaces de ver, o no lo quieren ver, su gran responsabilidad en ese hecho. Vivimos inmersos en un auténtico abandono moral.

Ningún plan educativo será eficaz si no se implica en él a los pilares básicos de la formación de nuestros jóvenes: la familia y los maestros. Tan malo es que la familia se desentienda de la educación de los hijos y de lo que sucede en los colegios como que los profesores se sientan desapoderados de autoridad en las clases e infravalorados. En el momento que falte alguno de estos dos pilares no lograremos avanzar. Tampoco lograremos avanzar si no recuperamos algunos elementos formativos abandonados en estos años de “progresismo educativo”.

La memoria, el fomento de la lectura y su comprensión son básicos en las primeras etapas de la educación, como lo son la disciplina, la autoridad y el orden. Es imprescindible hacer cambios profundos en todos los que tenemos la difícil tarea de formar a los jóvenes y esta es una funcion que nos corresponde solo a nosotros.

“No preguntes qué puede hacer la autoridad por tus hijos, pregunta qué puedes hacer tú por ellos”.

El Que Da las Malas Noticias

Hay personas que dan siempre malas noticias. Y las dan en el momento menos oportuno, cuando no se puede hacer nada. La sabiduría popular les tenía desconfianza. Los llamaba profetas de la desgracia. Nosotros, en cambio, creyéndonos más sabios y más racionales, nos encogemos de hombros y, por el contrario, muchas veces les agradecemos, porque se preocupan por nosotros y nos parecen objetivos, francos, sinceros y de gran ayuda.

Actuando de este modo nos equivocamos, porque el portador de malas noticias es un tipo psicológico y socialmente particular que actúa con un objetivo fundamentalmente malvado o sea, que lo disfruta.

Cuando un amigo debe darle a otro una mala noticia que sabe que lo hará sufrir, es muy prudente. Estudia el momento adecuado. No lo llama por teléfono en la mitad de la noche, no se la dice un instante antes de un examen. Trata, en lo posible, de evitar hacer sufrir a aquellos que quiere y de inquietar a aquellos que necesitan serenidad.

El portador de malas noticias, en cambio, no se preocupa de nada. No piensa en cómo está la otra persona, en qué está haciendo. En cuanto la ve, le dice la cosa desagradable. Si tiene confianza, la llama de noche por teléfono. Se la dice en la mañana, en cuanto se levanta, y le arruina el día. Y si se da cuenta de que la persona ha quedado acongojada y quiere saber más, agrega detalles desagradables. Nos engaña su interés, que tomamos por necesidad, su excitación, que la interpretamos como sensibilidad compartida.

En realidad, el portador de malas noticias encuentra placer en decirlas, en ver la situación embarazosa de la otra persona, su ansiedad. Pertenece al mismo tipo humano que le cuenta a otro todas las cosas malas que los otros dicen de él.

Todos tenemos "amigos" que, según ellos alentándonos, nos comentan, para nuestro bien naturalmente, que en tal lugar dicen que somos incapaces, que no tenemos nada de bueno. Y lo cuentan con lujo de detalles, con las palabras exactas, como si, de algún modo, compartiesen la opinión del que las dijo.

Y realmente es así. Las refieren porque no tienen el valor de decirlas ellos mismos. Estaban de acuerdo con el que las decía. Un amigo, un verdadero amigo, nos habría defendido, se habría indignado. Ellos no. Ellos se quedaban callados. Y actuando de esa manera avalan la opinión de los otros, se alinean de su lado.

El portador de malas noticias o el que relata maldades, al mismo tiempo que lastima a su víctima, la tiene atada. Su habilidad consiste en aparecer solícito, interesado en nosotros, nada menos que indispensable.

El que recibe una mala noticia, necesita información, ayuda, consejos. Y tiende a aferrarse al que está más informado, a la persona más cercana, al que parece interesado en sus problemas. Es decir, al portador de malas noticias, que entonces puede aparecer como un aliado, como un salvador.

En realidad, aprovecha la situación para agravar la dependencia de la otra persona, para aumentar su ansiedad. Algunas personas caen en la trampa, se dejan dominar y se ponen en las manos de sus perseguidores. Como aquellos pacientes hipocondríacos que se convierten en esclavos de médicos deshonestos que agravan sus miedos.

Otra técnica de dominación que utiliza el portador de malas noticias es crear un complejo de culpa. Esto lo consigue cuando tiene relaciones íntimas con su víctima.

Uno de los casos más frecuentes es el de la mujer que mantiene al marido bajo una tensión continua creándole sentamientos de culpa. En cuanto él sale de viaje, lo llama por teléfono y le dice que el niño se ha lastimado. Y es deliberadamente ambigua, diciéndole que no es nada, pero le transmite su ansiedad en la voz, en los suspiros. Puesto que la otra persona no puede hacer nada, su tensión se transforma en insomnio, en sentimiento de culpa por haber abandonado a la pobre mujer.

El equivalente masculino de este tipo de mujer es el marido que está siempre ansioso, preocupado por su trabajo, por el dinero, por su corazón. Cada vez que abre la boca le presenta un problema insoluble, y en consecuencia ella se siente estúpida, inútil, incapaz, culpable.

El portador de malas noticias es, en el fondo, pesimista, un escéptico que no cree en los seres humanos. No cree en la bondad, no cree en la buena fe. Dondequiera que mire descubre manipulaciones, intrigas, objetivos deshonestos. Cuando se te acerca y te susurra noticias nefastas y maldades, describe sólo lo que ha visto. Al mismo tiempo desahoga su rencor contra ti, porque eres igual a los otros. Y mientras te manipula, piensa que no mereces nada mejor.

“La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.”
Rabindranath Tagore
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