Hay personas que dan siempre malas noticias. Y las dan en el momento menos oportuno, cuando no se puede hacer nada. La sabiduría popular les tenía desconfianza. Los llamaba profetas de la desgracia. Nosotros, en cambio, creyéndonos más sabios y más racionales, nos encogemos de hombros y, por el contrario, muchas veces les agradecemos, porque se preocupan por nosotros y nos parecen objetivos, francos, sinceros y de gran ayuda.
Actuando de este modo nos equivocamos, porque el portador de malas noticias es un tipo psicológico y socialmente particular que actúa con un objetivo fundamentalmente malvado o sea, que lo disfruta.
Cuando un amigo debe darle a otro una mala noticia que sabe que lo hará sufrir, es muy prudente. Estudia el momento adecuado. No lo llama por teléfono en la mitad de la noche, no se la dice un instante antes de un examen. Trata, en lo posible, de evitar hacer sufrir a aquellos que quiere y de inquietar a aquellos que necesitan serenidad.
El portador de malas noticias, en cambio, no se preocupa de nada. No piensa en cómo está la otra persona, en qué está haciendo. En cuanto la ve, le dice la cosa desagradable. Si tiene confianza, la llama de noche por teléfono. Se la dice en la mañana, en cuanto se levanta, y le arruina el día. Y si se da cuenta de que la persona ha quedado acongojada y quiere saber más, agrega detalles desagradables. Nos engaña su interés, que tomamos por necesidad, su excitación, que la interpretamos como sensibilidad compartida.
En realidad, el portador de malas noticias encuentra placer en decirlas, en ver la situación embarazosa de la otra persona, su ansiedad. Pertenece al mismo tipo humano que le cuenta a otro todas las cosas malas que los otros dicen de él.
Todos tenemos "amigos" que, según ellos alentándonos, nos comentan, para nuestro bien naturalmente, que en tal lugar dicen que somos incapaces, que no tenemos nada de bueno. Y lo cuentan con lujo de detalles, con las palabras exactas, como si, de algún modo, compartiesen la opinión del que las dijo.
Actuando de este modo nos equivocamos, porque el portador de malas noticias es un tipo psicológico y socialmente particular que actúa con un objetivo fundamentalmente malvado o sea, que lo disfruta.
Cuando un amigo debe darle a otro una mala noticia que sabe que lo hará sufrir, es muy prudente. Estudia el momento adecuado. No lo llama por teléfono en la mitad de la noche, no se la dice un instante antes de un examen. Trata, en lo posible, de evitar hacer sufrir a aquellos que quiere y de inquietar a aquellos que necesitan serenidad.
El portador de malas noticias, en cambio, no se preocupa de nada. No piensa en cómo está la otra persona, en qué está haciendo. En cuanto la ve, le dice la cosa desagradable. Si tiene confianza, la llama de noche por teléfono. Se la dice en la mañana, en cuanto se levanta, y le arruina el día. Y si se da cuenta de que la persona ha quedado acongojada y quiere saber más, agrega detalles desagradables. Nos engaña su interés, que tomamos por necesidad, su excitación, que la interpretamos como sensibilidad compartida.
En realidad, el portador de malas noticias encuentra placer en decirlas, en ver la situación embarazosa de la otra persona, su ansiedad. Pertenece al mismo tipo humano que le cuenta a otro todas las cosas malas que los otros dicen de él.
Todos tenemos "amigos" que, según ellos alentándonos, nos comentan, para nuestro bien naturalmente, que en tal lugar dicen que somos incapaces, que no tenemos nada de bueno. Y lo cuentan con lujo de detalles, con las palabras exactas, como si, de algún modo, compartiesen la opinión del que las dijo.
Y realmente es así. Las refieren porque no tienen el valor de decirlas ellos mismos. Estaban de acuerdo con el que las decía. Un amigo, un verdadero amigo, nos habría defendido, se habría indignado. Ellos no. Ellos se quedaban callados. Y actuando de esa manera avalan la opinión de los otros, se alinean de su lado.
El portador de malas noticias o el que relata maldades, al mismo tiempo que lastima a su víctima, la tiene atada. Su habilidad consiste en aparecer solícito, interesado en nosotros, nada menos que indispensable.
El que recibe una mala noticia, necesita información, ayuda, consejos. Y tiende a aferrarse al que está más informado, a la persona más cercana, al que parece interesado en sus problemas. Es decir, al portador de malas noticias, que entonces puede aparecer como un aliado, como un salvador.
En realidad, aprovecha la situación para agravar la dependencia de la otra persona, para aumentar su ansiedad. Algunas personas caen en la trampa, se dejan dominar y se ponen en las manos de sus perseguidores. Como aquellos pacientes hipocondríacos que se convierten en esclavos de médicos deshonestos que agravan sus miedos.
Otra técnica de dominación que utiliza el portador de malas noticias es crear un complejo de culpa. Esto lo consigue cuando tiene relaciones íntimas con su víctima.
Uno de los casos más frecuentes es el de la mujer que mantiene al marido bajo una tensión continua creándole sentamientos de culpa. En cuanto él sale de viaje, lo llama por teléfono y le dice que el niño se ha lastimado. Y es deliberadamente ambigua, diciéndole que no es nada, pero le transmite su ansiedad en la voz, en los suspiros. Puesto que la otra persona no puede hacer nada, su tensión se transforma en insomnio, en sentimiento de culpa por haber abandonado a la pobre mujer.
El equivalente masculino de este tipo de mujer es el marido que está siempre ansioso, preocupado por su trabajo, por el dinero, por su corazón. Cada vez que abre la boca le presenta un problema insoluble, y en consecuencia ella se siente estúpida, inútil, incapaz, culpable.
El portador de malas noticias es, en el fondo, pesimista, un escéptico que no cree en los seres humanos. No cree en la bondad, no cree en la buena fe. Dondequiera que mire descubre manipulaciones, intrigas, objetivos deshonestos. Cuando se te acerca y te susurra noticias nefastas y maldades, describe sólo lo que ha visto. Al mismo tiempo desahoga su rencor contra ti, porque eres igual a los otros. Y mientras te manipula, piensa que no mereces nada mejor.
El portador de malas noticias o el que relata maldades, al mismo tiempo que lastima a su víctima, la tiene atada. Su habilidad consiste en aparecer solícito, interesado en nosotros, nada menos que indispensable.
El que recibe una mala noticia, necesita información, ayuda, consejos. Y tiende a aferrarse al que está más informado, a la persona más cercana, al que parece interesado en sus problemas. Es decir, al portador de malas noticias, que entonces puede aparecer como un aliado, como un salvador.
En realidad, aprovecha la situación para agravar la dependencia de la otra persona, para aumentar su ansiedad. Algunas personas caen en la trampa, se dejan dominar y se ponen en las manos de sus perseguidores. Como aquellos pacientes hipocondríacos que se convierten en esclavos de médicos deshonestos que agravan sus miedos.
Otra técnica de dominación que utiliza el portador de malas noticias es crear un complejo de culpa. Esto lo consigue cuando tiene relaciones íntimas con su víctima.
Uno de los casos más frecuentes es el de la mujer que mantiene al marido bajo una tensión continua creándole sentamientos de culpa. En cuanto él sale de viaje, lo llama por teléfono y le dice que el niño se ha lastimado. Y es deliberadamente ambigua, diciéndole que no es nada, pero le transmite su ansiedad en la voz, en los suspiros. Puesto que la otra persona no puede hacer nada, su tensión se transforma en insomnio, en sentimiento de culpa por haber abandonado a la pobre mujer.
El equivalente masculino de este tipo de mujer es el marido que está siempre ansioso, preocupado por su trabajo, por el dinero, por su corazón. Cada vez que abre la boca le presenta un problema insoluble, y en consecuencia ella se siente estúpida, inútil, incapaz, culpable.
El portador de malas noticias es, en el fondo, pesimista, un escéptico que no cree en los seres humanos. No cree en la bondad, no cree en la buena fe. Dondequiera que mire descubre manipulaciones, intrigas, objetivos deshonestos. Cuando se te acerca y te susurra noticias nefastas y maldades, describe sólo lo que ha visto. Al mismo tiempo desahoga su rencor contra ti, porque eres igual a los otros. Y mientras te manipula, piensa que no mereces nada mejor.
“La verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.”
Rabindranath Tagore