domingo, 28 de marzo de 2010

La Burbuja Genetica: por qué aun no estamos libres de enfermedades

Desde que fue catalogado el genoma humano, los investigadores se enfrascaron en determinar qué segmento de él contribuía a qué mal, con la esperanza de usarlo para prevenir y reparar todo lo que enferma al cuerpo humano. La excitación por el hallazgo era explicable: se podría llegar a la enfermedad directamente desde su fuente primaria, los genes.

Docenas de compañías biotecnológicas surgieron en los 90 con ese fin, se logró fraccionar el genoma e identificar cada una de las 3 millones de bases en cada micrómetro de ADN en cualquier célula del cuerpo. Pero hasta ahora, esto no se ha reflejado en nuevos tratamientos promisorios ni métodos diagnósticos útiles y no es probable que eso cambie a corto plazo.

El concepto básico es conocido. Dentro de cada célula hay 46 cromosomas, que no son más que piezas entremezcladas de los códigos genéticos de nuestros padres. Al segmento de ADN que ayuda a producir una proteína se le llama gen, y hay cientos y hasta miles en cada cromosoma. El total de los genes que conforman los 46 cromosomas, junto con algunos segmentos “basura”, constituyen nuestro genoma, una especie de huella dactilar genética.

Los derechos de los animales, en la ciudad de la luz

En su campaña para prohibir el foie gras, los grupos europeos de derechos animales están llevando su lucha a Francia, país que comprende el 75% de producción mundial de esta exquisitez a base de hígado.

Los activistas planearon una concentración de gente en París a principios de diciembre para urgirles a sus compatriotas que se abstengan de consumir foie gras, un ítem popular durante las festividades.

A finales de noviembre, dos de los grupos publicaron una encuesta que reveló que el 44% de los franceses favorecían una prohibición en la producción tradicional de foie gras, lo que implica la alimentación de patos y gansos a la fuerza para alargar sus hígados al menos cuatro veces su tamaño normal.

La Fertilidad a la Baja

En un mundo donde la gente teme las consecuencias de vivir en un planeta sobrepoblado, es sorprendente y tranquilizador observar la disminución de la fertilidad. Las asombrosas caídas de sus índices están produciendo grandes beneficios.

La tasa actual de fertilidad de la mitad del mundo es de 2,1 o menos, un número congruente con una población estable. Esta disminución en la clase media y pobre significa que, por primera vez, la mayoría de las madres tienen el número de hijos que desean e implica una mayor seguridad para las miles de millones de personas vulnerables.
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