Hay personas que, en un momento dado y sin motivo aparente, le ofrecen a uno ayuda “desinteresada” para que logremos o consigamos algo que deseamos, por lo regular te lo ofrecen como algo que el benefactor ya consiguió y ahora lo quiere compartir contigo.
Lo cierto es que este “regalo” resulta ser solo una parte de la verdad y lo único que intenta el altruista amigo es gancharte para conseguir su verdadero objetivo, venderte el secreto completo, donde viene la parte de la verdad que realmente vale.
En otras ocasiones nos topamos con personas que dan regalos o favores, sin que se les hayan pedido, para después pedir correspondencia a los mismos, dejando en claro que esa era la intención inicial y no el quererte hacer el obsequio.
Cuando uno recibe un regalo o favor, junto esta aceptando un compromiso a futuro y si no se quiere estar en esta situación lo mejor seria no aceptarlo para no tener que devolverlo mas adelante.
A continuación les dejo un cuento que nos invita a reflexionar:
Regalos para el Maharajá
Una vez un maharajá, que tenía fama de ser muy sabio, cumplía 100 años. El acontecimiento fue recibido con gran alegría, ya que todos querían mucho al gobernante. En el palacio se organizó una gran fiesta para esa noche y se invitaron a poderosos señores del reino y de otros países.
El día llegó y una montaña de regalos se amontonó en la entrada del salón, donde el maharajá iba a saludar a sus invitados. Durante la cena, el maharajá pidió a sus sirvientes que separaran los regalos en dos grupos: los que tenían remitente y los que no se sabía quién los había enviado.
A los postres, el rey mandó traer todos los regalos en sus dos montañas. Una de cientos de grandes y costosos regalos y otra más pequeña, de una decena de presentes. El maharajá comenzó a tomar regalo por regalo de la primera montaña y fue llamando a los que habían enviado los regalos. A cada uno lo hacía subir al trono y le decía:
—Te agradezco tu regalo, te lo devuelvo y estamos como antes –y le devolvía el regalo, no importaba cuál fuera. Cuando terminó con esa pila, se acercó a la otra montaña de regalos y dijo:
—Estos regalos no tienen remitente. A estos sí los voy a aceptar, porque estos no me obligan y a mi edad, no es bueno contraer deudas.
Cada vez que recibes algo,puede estar en tu ánimo o en el del otro, transformar este dar en una deuda. Si fuera así, sería mejor no recibir nada.
Pero si eres capaz de dar sin esperar pagos y de recibir sin sentir obligaciones, entonces puedes dar o no, recibir o no, pero nunca más quedarás endeudado. Y lo más importante, nunca más nadie dejará de pagarte lo que te debe, porque nunca más nadie te deberá nada.