martes, 30 de marzo de 2010

La Cortesia al servicio de la Persuacion


En “El Espíritu de las Leyes”, Montesquieu concede que si “el hombre debe ser cortés, debe también ser libre”. La cortesía puede muy bien “hacerse comerciante” y con esta calidad servir al arte de persuadir.

La cortesía -bajo ciertas circunstancias- puede transformarse en la forma más sutil de la hipocresía; se presenta, en muchas ocasiones, bajo la forma de un lenguaje convencional, casi maquinal.

Pero la cortesía llega hasta la mentira social y hasta el condicionamiento psicolinguístico, condenable cuando hace uso de “palabras cargadas de poderes cuyas intenciones, con frecuencia, son también las de ganar -a buen precio- la estima y hasta el favor de otros”.

Es esto, lo que algunos expertos quieren decir cuando definen el espíritu de la cortesía como “cierta atención para que, mediante nuestras palabras y nuestras maneras, los otros estén contentos de nosotros y de ellos mismos".

En este sentido, la cortesía suele ser artimaña al servicio de la persuasión, por cuanto es agente de la producción de un asentimiento a buen precio (lisonja, alabanza, consideración…).

La palabra refinada y los tics de la cortesía operan una captura emocional y confirman un consenso de los sentimientos.

¡Cuidado con el engaño!, y tanto mas si la cortesía no es mas que obra habitual, simple rito facilitador de la comunicación social.
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