“La verdadera caridad no es dar al necesitado, sino evitar que el necesitado exista”.
Es la disociación entre la caridad pública y la individual achaque muy común de los grandes filántropos; los que subvencionan con millones una obra social, pero son incapaces de sacar de su bolsillo una moneda para dársela con recato y con ternura a quien la pide, y sin preguntar para qué.
Esta es la diferencia entre filantropía y caridad. La filantropía es, sobre todo, cantidad, y la caridad es, ante todo, amor.