Luciano Pavarotti, el famosísimo tenor se refería:
“Cuando yo era niño, mi padre, panadero de oficio, me reveló las maravillas del canto. Me exhortó a trabajar muy arduamente para desarrollar mi voz, y Arrigo Pola, tenor profesional que residía en Módena, Italia, mi pueblo natal, me aceptó como discípulo. Al mismo tiempo, me inscribí en la escuela normal.
Al término de mis estudios, le pregunté a mi padre. ¿A que me dedicaré? ¿Al canto o a la enseñanza?
“Luciano, observó mi padre, si tratas de sentarte en dos sillas a la vez caerás al suelo entre ambas. Para toda la vida debes elegir una sola”.
Escogí una. Hube de pasar siete años de estudio y frustración antes de poder llevar a cabo mi debut profesional. Tardé otros siete en poder presentarme el Metropolitan Opera de la ciudad de Nueva York.
Hoy día pienso que, trátese ya sea de colocar ladrillos o de escribir un libro -lo que elijamos- debemos entregarnos a ello en cuerpo y alma. Compromiso; esa es la clave. Elegir una sola silla.”