Cuentan que la hormiga se pasaba la vida informándose de la bolsa de valores, vendiendo caro y comprando barato, cerrando contratos en Londres y volando a Francfort para ganar dinero.
Pero le tenía mucha envidia a la Cigarra, que había estado con ella en la escuela. La cigarra siempre iba a los centros nocturnos y a los espectáculos a donde la hormiga solo iba a acompañar a sus clientes. La hormiga pensó: “Si la Cigarra viene en invierno a pedirme dinero, ¡ya verá!”.
Un día, la hormiga iba saliendo de un restaurante elegantísimo, en donde había comido con unos japoneses que negociaban en algas marinas, cuando se encontró a la Cigarra, cantando feliz, como siempre. La hormiga se dijo: “Ahí viene para pedirme dinero”. Pero no; la Cigarra solo quería saber como le estaba yendo.
Desilusionada, la Hormiga le dijo: “Todo el verano te he visto en programas de televisión.” “Así es- replico la Cigarra-, a menudo canto ahí”. “En invierno tendrás problemas. No has ahorrado dinero”. “No hay problema. Mis discos fueron grandes éxitos, y ya firmé un contrato con el Teatro Olimpia de Paris por $ 5,000 €”.
“¡Qué!” -exclamó la Hormiga con los ojos desorbitados-, “¿De verdad te van a pagar tanto?”
“Si, durante el verano practiqué mucho. Y ahora estoy considerado uno de los mejores cantantes”.
La Hormiga recordó todo su trabajo, su ulcera estomacal, la amenaza de infarto cardiaco, matándose para ayudar a la economía nacional…. Y esa criatura insignificante estaba recibiendo tan buena paga por dos canciones.
“¿Cuando sales para Paris?” -le preguntó-
“La próxima semana.”
“¿Me harías un gran favor?”
“Por supuesto”.
“Cuando llegues a Paris, por favor busca a un tal Monsieur de la Fontaine, y dile que se vaya al diablo, por favor…."