En la vida siempre hay un momento en que nuestra libreta de direcciones se vuelve ilegible. Diez domicilios distintos de una misma persona están tachados. Y cada vez con mayor frecuencia suprimimos a la mitad de una pareja.
Hay nombres de gente con la que no hemos estado en contacto durante 30 años y de la que no sabemos si está viva o muerta, o donde puede encontrarse. Y algunos nombres nos desconciertan, pues no podemos recordar siquiera a quien corresponden.
Échele un vistazo a su libreta. Lo más probable es que necesite una nueva. Y si la compra, tendrá la oportunidad de apreciar dónde ha estado y a dónde se dirige.
Para ver pasar nuestra vida ente nuestros ojos no es preciso que nos encontremos en el lecho de la muerte. Basta con mirar los nombres en nuestra libreta de direcciones.