Entre los derechos propios y ajenos que conviene respetar para tener una comunicación eficaz, resalta y debe quedar en primer plano el Derecho a Expresarnos.
Tenemos derecho a decir lo que pensamos, creemos y sentimos, lo que dudamos, lo que queremos; podemos pedir, buscar satisfacer nuestras necesidades, ir al encuentro de las propias metas, desahogarnos, llorar opinar, cambiar de opinión, expresar desacuerdos, temores; en fin, toda la gama de posibilidades para conservar la autenticidad y manifestarnos tal cual somos ante los demás.
Al mismo tiempo, tenemos la responsabilidad de no violar con esa expresión los derechos de otros ni agredirlos y ser sensibles al contexto en el cual se da la comunicación, para que la expresión sea oportuna y cumpla con éxito su meta fundamental de transmitir los mensajes.
Tenemos así mismo la obligación de respetar las expresiones de los demás. En caso de que ellos violaran nuestros derechos, contamos con la opción de actuar con firmeza y reclamar o denunciar, sin agredir, apegándonos a las leyes de convivencia o de un marco jurídico o legal.
Una persona que nos critica no necesariamente nos agrede, claro, a menos que nos insulte. Esa persona tiene derecho a opinar y criticarnos y nosotros a tomar en cuenta o no sus ideas o refutarlas. Para mantener una comunicación satisfactoria y eficaz, quien critique debe buscar hacerlo con oportunidad y de forma tal que su mensaje se transmita constructivamente.
Es necesario sopesar las consecuencias del ejercicio de nuestros derechos y hacernos responsables de ellas. No hacerlo seria colocarnos en posición de victimas y no tomar con madurez el vivir la propia libertad.