Hay personas que no tienen la misma suerte que la mayoria, aunado a eso, por lo general, son imanes para la adversidad, unas se unden y se refugian en el alcohol o las drogas, pero hay otras que, he llegado a pensar, les era necesario tal sufrimiento para pulir el diamente en bruto que eran.
La siguiente histora es una prueba de ello:
Cuando niña, Mary Groda no aprendió a leer ni a escribir. Los expertos la clasificaron como retardada. Ya adolescente, le pusieron otra etiqueta, la de "incorregible", y fue sentenciada a pasar dos años en un reformatorio. Irónicamente, fue en ese lugar de reclusión donde Mary, aceptando el desafío de aprender, se aplicó a la tarea hasta dieciséis horas por día. Tanto empeño dio resultado: obtuvo su diploma de estudios secundarios.
Pero a Mary Groda la esperaban nuevas desventuras. Al salir del reformatorio quedó embarazada sin haberse casado. Dos años más tarde, un segundo embarazo le provocó un ataque cerebral que borró su capacidad de leer y escribir, ganada con tanto esfuerzo. Con la ayuda y el apoyo de su padre (su madre había fallecido), Mary libró una nueva batalla hasta recuperar lo que había perdido.
Dado que estaba pasando por grandes aprietos financieros, Mary pidió un subsidio del Estado. Por fin, para solventar sus gastos, aceptó a siete niños en custodia como madre sustituta. Fue durante ese período cuando comenzó a seguir cursos preuniversitarios. Al terminarlos, rindió el examen de ingreso para la carrera de medicina y lo aprobó.
En la primavera de 1984, Mary Groda Lewis (ahora está casada) desfiló con su toga y su birrete en la ceremonia de graduación. Nadie sabe qué pensamientos cruzaron por su mente al alargar la mano para tomar su diploma, ese elocuente testimonio de su perseverancia y fe en sí misma. Ese testimonio decía:
Pero a Mary Groda la esperaban nuevas desventuras. Al salir del reformatorio quedó embarazada sin haberse casado. Dos años más tarde, un segundo embarazo le provocó un ataque cerebral que borró su capacidad de leer y escribir, ganada con tanto esfuerzo. Con la ayuda y el apoyo de su padre (su madre había fallecido), Mary libró una nueva batalla hasta recuperar lo que había perdido.
Dado que estaba pasando por grandes aprietos financieros, Mary pidió un subsidio del Estado. Por fin, para solventar sus gastos, aceptó a siete niños en custodia como madre sustituta. Fue durante ese período cuando comenzó a seguir cursos preuniversitarios. Al terminarlos, rindió el examen de ingreso para la carrera de medicina y lo aprobó.
En la primavera de 1984, Mary Groda Lewis (ahora está casada) desfiló con su toga y su birrete en la ceremonia de graduación. Nadie sabe qué pensamientos cruzaron por su mente al alargar la mano para tomar su diploma, ese elocuente testimonio de su perseverancia y fe en sí misma. Ese testimonio decía:
"He aqui, en este pequeño punto del planeta, una persona que se atrevió a soñar lo imposible y que confirma ante todos nosotros lo divino de nuestra naturaleza humana. He aquí a Mary Groda Lewis, doctora en medicina."
James E. Conner (*)
(*) James E. Conner: escritor estadounidense.
