“Pensar por anticipado”. No ser fácil en creer ni en querer”. “No empeñarse con quien no tiene qué perder”. “No obrar apasionadamente”….. Cualquiera juraría que estos consejos fueron tomados de un libro moderno de superación personal. Pero no. Son creación de un jesuita español del siglo XVII.
En el ambiente cortesano que le toco vivir a Baltasar Gracián -capellán militar, predicador prestigiado y confesor de gente poderosa-, hacia falta mucho ingenio para triunfar. Observador agudísimo y realista implacable, se convenció de que no llega a la meta quien no ve bien donde pone cada pie.
Con la intención de instruir a sus contemporáneos en ese arte, escribió “Oráculo manual y arte de prudencia”, libro que resume una rica experiencia y un gran conocimiento de la vida y de los hombres.
De este libro se han tomado algunas máximas, tan útiles hoy como hace tres siglos. Para facilitar su lectura, se simplificaron y adaptaron al español actual algunas palabras o expresiones que, por haber sido escritas en un estilo tan complejo como el conceptista, tal vez resulten obscuras para el lector de hoy.
No descubrirse por completo. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad , ni de gusto. El no declararse al punto da lugar a la expectación. Es el recatado silencio refugio de la cordura. Las resoluciones, una vez manifestadas, quedan expuestas a la crítica, y si no tuvieron éxito, usted será dos veces infeliz.
Conocer su mejor cualidad. Cultive con especial esmero su principal talento y fomente los demás. Cualquiera podría triunfar en algo si supiera en qué descuella.
Nunca exagerar. Los superlativos ofenden la verdad y dan indicio de la cortedad del conocimiento. Ande el cuerdo con pies de plomo, y quiere mas pecar de corto que de largo. La exageración es hermana de la mentira y menoscaba su reputación de buen gusto.
Actuar con moderación. No se ha de emplear en las cosas mas esfuerzo de lo que es menester. No ande ostentando que dejará de sorprender a los demás. Siempre ha de haber novedad con qué lucirse: que quien cada día revela algo de sí mismo, mantiene siempre la expectación y nunca llegan a descubrirle los límites de su caudal.
Tratar con gente de la que se pueda aprender. Haga de los amigos maestros y combine la utilidad del aprendizaje con el gusto de conversar. Disfrute de la compañía de los entendidos. Por lo que usted diga, se le recompensará con aplausos; por lo que oiga, con aprendizaje.
No cansar. La brevedad es agradable y lisonjera. Lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo.
Prepárese para la fortuna adversa en la prosperidad. Es de sabios hacer en el estío provisión para el invierno, y resulta mas fácil; son baratos entonces los favores y hay abundancia de amistades. Rodéese de amigos y de agradecidos, que algún día apreciará lo que ahora no le parece importante.
Nunca hable de sí, porque o se ha de alabar, que es vanidad, o se ha de criticar, que esa poquedad de espíritu. Quien habla de sí revela falta de cordura e incomoda a los que oyen.
Haga al principio lo que el cuerdo en vez de lo que el necio hace al fin. Solo hay un modo de caer en la cuenta: a tiempo. El necio hace por fuerza lo que pudiera haber hecho de buen grado, en cambio, el discreto pronto ve lo que ha de hacer tarde o temprano, y lo ejecuta con gusto, y con ello mejora su reputación.
Nunca quejarse. La queja siempre trae descrédito. En vez de compasión, suscita insolencia e induce a los otros a imitar la conducta de aquellos de quienes la utilizan. Mejor política es celebrar los favores de unos para ganarse los de otros.
Hacer, y hacer parecer. Las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen. Valer y saberlo mostrar es valer dos veces. Un buen exterior es el mejor medio para mostrar la perfección interior.
No ser de vidrio. Algunos se quiebran con gran facilidad, descubriendo con ello su poca consistencia. Se llenan a sí mismos de resentimiento, y a los demás de enfado. Muestran tener la condición mas niña que la de los ojos. Estan llenos de sí y son esclavos de ellos mismos.
No vivir aprisa. Conocer el momento adecuado de las cosas es saberlas gozar. Muchos querrían devorar en un día lo que apenas podrán digerir en toda la vida. Aun en el querer saber ha de haber cuidado para no saber las cosas mal sabidas. En el gozar, despacio; en el obrar, aprisa.
Retirarse cuando se lleva ventaja, es de tahúres de reputación. Tanto importa una bella retirada como una bizarra acometida. Cansada esta la fortuna de llevar a unos a cuestas durante largo tiempo. Al acabar las cosas es preciso poner mas cuidado en la felicidad de la salida que en el aplauso de la entrada. Lo primordial no es que le aplaudan cuando llegue, sino que entristezcan cuando se vaya.