Desde siempre el dinero ha marcado un estatus entre la gente, ha sido el creador de las diferentes clases sociales, las cuales, por desgracia, no se miden por la cultura o educación que tengan las personas, sino simplemente por la riqueza material que posean, “Dime cuanto tienes y te diré quien eres”.“Le preguntaban a una persona: su rango señor? Y contestaba muy altanero: Mi estimado ya no hay rangos, pregúntame cuanto dinero tengo!”
El dinero da poder, aquí no hay duda, como en el huevo o la gallina, para lograr el poder hay que contar con dinero.
Pero no tan solo el dinero es el poder, también es la gloria, la dignidad, la influencia; el dinero crea hoy el prejuicio en contra o en favor de un hombre.
La riqueza produce necesariamente una aristocracia, pues coloca al hombre en situación de poder elegir las mujeres más bellas, de tener los mejores autos, las mejores casas, tener servidumbre, tener tiempo para ejercitar su cuerpo y, sobre todo, la posibilidad de evitar el trabajo corporal embrutecedor.
En este sentido, crea las condiciones necesarias para hacer que los hombres se conduzcan virtuosamente y de esta forma tener mayor libertad de conciencia y evitar mezquinidades miserables y de servilismo ante los demás.
Estas ventajas constituyen el mejor lote de felicidad para cualquier persona.
Un hombre muy joven noble y sin dinero prácticamente esta arruinado por su nobleza de pensamiento; no profesa ni adquiere nada, su enriquecimiento no es viable.
Ahora, tener menos y mendigar en la infancia es cosa terrible, aunque para los que buscan la dicha en el esplendor de la sociedad, en la subordinación a los hombres poderosos e influyentes o que quieren llegar a ser príncipes de la clase alta, pueda ser éste un buen inicio; a esa edad pueden aprender a agacharse para penetrar en los caminos subterráneos del favor.
Pero cuantas veces hemos sido testigos silenciosos de injusticias cometidas por el que tiene la riqueza o de las injusticias cometidas en el que no la tiene.
La vida es muy extraña, unicamente debería de "poseer" el que tuviese "espíritu"; de lo contrario, la fortuna seguiría siendo un peligro público.
“Los sabios debieran apoderarse del monopolio de la acuñación de moneda: a ello son acreedores por su manera de vivir y sus fines, y dar dirección a la riqueza; es absolutamente preciso que ésta sea dirigida por las inteligencias superiores.
Tratados Filosóficos”.