martes, 1 de septiembre de 2009

Nuestros Defectos en Otras Personas


Es muy común, en las personas, atribuirle fallas o defectos a otros, esto, sin ver que ellos de igual manera tienen los suyos; en esto no hay tanto problema pues, por lo regular, no se les comenta abiertamente y se guarda la opinión con la esperanza de que algún día esto se solucione.

Pero hay ocasiones en que estos defectos en ellos son directamente originados por nosotros, acarreando, con esto un verdadero conflicto de nunca acabar, debido esto a nuestra falta de comprensión del origen de la falla que criticamos.

Si no analizamos fría y detalladamente el problema, lo mas seguro es que terminemos quedando en ridículo pues al querer solucionar la situación quedara en evidencia que el de la falla real no es el que acusamos sino nosotros mismos.

Hay una anécdota, que me contaron hace tiempo, que ejemplifica, de manera graciosa, esto que les comento:




Un tipo llama al médico de cabecera de la familia:
—Ricardo, soy yo: Julián.
—Ah, ¿qué dices, Julián?
—Mira, te llamo preocupado por María.
—Pero, ¿qué pasa?
—Se está quedando sorda.
—¿Cómo que se está quedando sorda?
—Y si, viejo, necesito que la vengas a ver.
—Bueno, la sordera en general no es una cosa repentina
ni aguda, así que el lunes tráemela al consultorio y la reviso.
—Pero, ¿te parece esperar hasta el lunes?
—¿Cómo te diste cuenta de que no oye?
—Y... porque la llamo y no contesta.
—Mira, puede ser una pavadita como un tapón en la oreja. A
ver, hagamos una cosa: vamos a detectar el nivel de la sordera de María:
¿dónde estás tú?
—En el dormitorio.
—Y ella ¿dónde está?
—En la cocina.
—Bueno, llámala desde ahí.
—MARIAAA... No, no escucha.
—Bueno, acércate a la puerta del dormitorio y grítale por el pasillo.
—MARIIIAAA... No, viejo, no hay caso.
—Espera, no te desesperes. Toma el teléfono inalámbrico
y acércate por el pasillo llamándola para ver cuándo te escucha.
—MARIAA, MARIIAAA, MARIIIAAAA... No hay caso, doc.
Estoy parado en la puerta de la cocina y la veo, está de espaldas
lavando los platos, pero no me escucha. MARIIIAAA... No hay caso.
—Acércate más.
El tipo entra en la cocina, se acerca a María, le pone una mano en el hombro y le
grita en la oreja: ¡MARIIIAAAA!
La esposa furiosa se da vuelta y le dice:
—¿Qué quieres? ¡¿QUE QUIERES, QUE QUIEREEEES?!,
ya me llamaste como diez veces y diez veces te contesté ¿QUÉ
QUIERES?... Tú cada día estás más sordo, no sé por qué no
consultas al médico de una vez...


Cada vez que veas algo que te molesta en otra persona, sería bueno recordar que eso que ves, podría también ser tuyo.

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