lunes, 24 de agosto de 2009

Habla con el Muchacho Armando Fuentes Aguirre Caton



"Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista."
- Michael Levine
Lessons at the Halfway Point

“Vas a ver cuando venga tu Padre….” Era la frase intimidatoria que me decía mi madre cuando ya no podía conmigo, y no es que fuera un irreverente e incorregible, sino que disfrutaba ampliamente de la actividad infantil, algo que se contraponía a los deseos de paz y tranquilidad que la familia requería.

Después de esa terrible amenaza yo esperaba angustiosamente la hora de llegada de mi Padre y presagiando el peor de los castigos inventaba excusas o algo a mi favor para, de esta forma, conseguir disminuir, si no es que evitar, el castigo inminente.

El buscar afanosamente los argumentos en mi defensa me hacían recapacitar de mi inquieto comportamiento al grado de que cualquier castigo que me impusiera me parecía justo; llegada la hora de la verdad y dispuesto a sufrir dignamente las consecuencias era llamado a la presencia de mi padre que con tan solo una mirada y tal vez notando mi sincero arrepentimiento, simplemente me decía: que no vuelva a suceder.

Claro, como decimos ahora, esos eran otros tiempos, no había necesidad de algo mas, el respeto hacia la autoridad que ejercían mis padres era inobjetable, no había porque “hablar con el muchacho” para hacerlo entrar en razón….

A continuacion les dejo un excelente escrito del maestro Armando Fuentes Aguirre "Caton":

Hablar con el muchacho….

Así escribió en su agenda.

Se lo había pedido su esposa, preocupada. Los maestros se quejaban de su hijo: faltaba a clases, fracasaba una y otra vez en los exámenes, se mostraba irrespetuoso. Además, gastaba más dinero del que convenía a un chico de su edad. Y aquellas compañías....

Pero cosas del trabajo, la necesidad de triunfar en la vida, de no quedarse atrás. Se fue pasando el tiempo y nunca habló con él. Y de repente el tiempo se vino encima.

Cuando volvió a casa, con la espalda encorvada por el peso del sufrimiento y la vergüenza, entró en su cuarto y vio sus cosas.

Extrañas cosas todas, como extraño había sido su hijo siempre para él. Quizá pudo decir alguna vez que tenía un hijo, pero ciertamente su hijo no pudo decir jamás que tuvo un padre.

Y ahora en la cárcel, la acusación --probada-- de andar en cosas de drogas y de automóviles robados y la fotografía en los periódicos y las conversaciones que cesaban bruscamente cuando llegaba él.

Sintió de pronto la ausencia de aquel hijo, que ahora llevaba como una herida en la mitad del pecho. Se puso a revolver papeles viejos en busca de una fotografía que le diera al menos la imagen de un día pasado en familia felizmente. No encontró nada.

Sólo la hoja rota de una olvidada agenda, y en ella una inscripción borrosa por el paso de los años idos... "Hablar con el muchacho".

- Armando Fuentes Aguirre

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