El valor de las cosas materiales es ultimamente -lo que para la mayoría- mide el éxito de una persona, sin pensar que lo material puede desaparecer de un día para otro dejando solo recuerdos de su posesión.
Lo que verdaderamente hace valer a una persona es lo que tiene dentro de sí, sus valores, sus principios, su forma de ser. Todo cultivo espiritual se mantiene permanentemente, por mas pequeño que sea es algo muy propio, muy personal, que nada ni nadie lo podrá robar.
Mientras viajaba por las montañas, una sabia mujer se encontró un hermoso diamante en un riachuelo.
Al día siguiente se cruzó en el camino con otro viajero y al saber que estaba hambriento, le ofreció parte de la comida que traía con ella.
Al abrir su bolsa para sacar los alimentos, el hombre vio la piedra preciosa en el fondo del morral, y quedó maravillado.
El viajero le pidió el diamante a la mujer y ésta, sin dudarlo, lo sacó de su bolsa y se lo dio.
El hombre se fue dichoso por su increíble suerte, ya que sabía que el valor de la piedra era lo suficientemente alto como para vivir sin apuros durante el resto de su vida.
Pero días más tarde, después de haber buscado a la mujer, la encontró, le devolvió la joya, y le dijo:
- He estado pensando... soy consciente del valor de esta piedra que quiero devolverle, pero espero que a cambio usted me dé algo aun más valioso.
Y después de un silencio, continuó:
- Deme esa cualidad que le permitió regalarme este tesoro con generosidad y desprendimiento.