jueves, 3 de junio de 2010

Cuando se quiere arrancar y no se puede


En días pasados, me comentaba una persona que quería salir del hoyo profesional en el que se encontraba, pero que por mas esfuerzos que hacía, no lograba hacerlo.

Vino a mi memoria una anécdota que leí hace tiempo -la cual es de la vida real y me pareció muy graciosa- con la cual podemos explicar las causas por las que él no puede hacer lo que desea.
Una tarde, dos turistas que habían acampado a la orilla de un lago decidieron atravesarlo en su barca para irse a tomar unas copas al bar de la otra orilla. Allí se quedaron hasta bien entrada la noche.

Salieron del bar un poco mareados pero al fin lograron llegar a la barca para volver a donde habían acampado. Empezaron a remar con fuerza. Sudaban y resoplaban por el esfuerzo y el empeño que ponían. Habían pasado así mas de dos horas cuando uno le dijo al otro:

-“¿No crees que con tanto tiempo deberíamos haber llegado ya a la otra orilla”?

-“Eso mismo digo yo” –contesto el otro-. “Pero tal vez no hemos remado con la energía suficiente".

Multiplicaron entonces los esfuerzos y remaron decididamente durante varias horas más. Solo que al salir el sol, contemplaron sorprendidos que seguían estando en el mismo lugar.

Se habían olvidado de desatar la gruesa cuerda que sujetaba su lancha al muelle de los barcos…
Hay ocasiones en que no vemos lo que nos detiene, o peor aun, no queremos verlo.

Cuando perdamos el timón de nuestra vida, no olvidemos el piloto que en verdad la conduce.

No seamos profetas de desaventuras, como decía Juan XXIII, ahora -mas que nunca- seamos testigos de la alegría de la fe, profetas del amor y de la solidaridad.
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