jueves, 13 de mayo de 2010

En Equipo por Armando Fuentes Aguirre Caton

Hu-Ssong pidió a sus discípulos que le ayudaran a quitar las piedras del sitio en el que quedaría el jardín. Uno de ellos, el menor, se empeñaba en mover por sí solo una gran piedra... y no lo conseguía.

-Maestro -dijo a Hu-Ssong por fin-, no puedo mover esa piedra.

-¿Ya usaste toda tu fuerza? -le preguntó Hu-Ssong.

-Sí -respondió el discípulo-. Apliqué toda mi fuerza y no logré moverla.

-Perdona -le dijo entonces el filósofo-, pero creo que no has usado en verdad toda tu fuerza.

-¿Por qué dices eso, maestro? -se confundió el muchacho.

-Lo digo porque a nadie has pedido que te ayude...

Muchas veces nuestra fuerza mayor estriba en reconocer nuestra debilidad y en tener la humildad de pedir la ayuda de otros.

El alumno entendió lo que decía Hu-Ssong. Dejó a un lado su orgullo y rogó a sus compañeros que le ayudaran. Así, con todas sus fuerzas -la suya y la que le dieron los demás- pudo mover la piedra.
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