Hace mucho tiempo, un amigo -que ya partió a la otra vida- realizo un experimento sobre dos frases que solía usar: “como te ven, te tratan” y “Ah, poderoso don dinero”; la idea era demostrar que la gente se guía por la apariencia mas que por la persona y que el dinero abre cualquier puerta.
Se vistió deplorablemente, ropa sucia y rota, barba de varios días, calzado muy estropeado y el pelo revuelto; entró a una peluquería donde los empleados lo atendieron con mucho desgano.
Al salir, les entregó una generosa propina, asegurándose que esta fuera la mejor que habían recibido.
Pasado un tiempo, se presentó de nuevo y todos se desvivieron por atenderlo. Terminando el servicio les dio solamente un peso de propina diciéndoles –con tono un poco burlón- que se lo repartieran equitativamente.
Rápidamente uno de los empleados le dijo: “Perdone señor, ¿no se habrá confundido usted?”
“En absoluto, les contestó, la propina de hoy fue por la atención de la vez pasada, y la de la vez pasada por la de hoy”.
Demostró la verdad de sus frases favoritas y de paso les dio una lección a los peluqueros.