Alguien vio en ti algo alguna vez. A ello, en parte, se debe que ahora estés donde estás.
Pudo haber sido un padre precavido, un maestro observador, un sargento exigente, un patrón agradecido o simplemente un amigo que hurgó en su bolsillo y te dio unas monedas.
Quienquiera que haya sido, tuvo la gentileza y la previsión de creer en tu futuro. Esas son dos hermosas características que distinguen al ser humano.
Hazte un favor, en las próximas 24 horas, dedica diez minutos a escribir una nota de agradecimiento a quien te haya ayudado y así mantendrás viva una amistad maravillosa.
A propósito, dedica otros diez minutos a dar una oportunidad a alguien más. ¿Quién sabe? Tal vez algún día recibas una carta amable, que podría ser uno de los mensajes mas satisfactorios que hayas leído.
Probablemente de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose.