miércoles, 16 de septiembre de 2009

Tener Buena o Mala Suerte

Todos en esta vida deseamos y queremos buena suerte, tanto para nosotros como para los que nos rodean, es común decirle a alguien cuando se va ¡Suerte!, a alguien que compra un billete de lotería o que participa en una rifa también le deseamos suerte, claro, le deseamos ¡Buena Suerte!

El que la suerte te favorezca o no depende de los beneficios o ventajas que acarree tal situación, hay personas que se han hecho ricos de la noche a la mañana y todos pensamos: que buena suerte, pero al tiempo ese cambio económico inesperado influyo para desintegrar a una familia o para crear enfermedades o adicciones por los excesos.

El que sea buena o mala tu suerte depende de la perspectiva que se vea, hay ocasiones en que lo que calificamos como mala fortuna nos sirve para prepararnos para lo bueno y en otras para evitar cosas peores.


El siguiente relato nos ayuda a comprender mas esto de la suerte:

A pesar de ser un campesino muy pobre, tenía un
caballo extraordinario, tan fino que el señor
del castillo quería comprárselo, pero el viejo
labriego se rehusaba a vendérselo.
-Para mí, este caballo no es solamente un animal,
es un amigo. ¿Cómo puedo vender yo a un amigo?

Una mañana el labrador entró al establo y no
encontró a su caballo. Al enterarse, los
vecinos le dijeron:
- Te lo advertimos. Debiste haber vendido el
caballo, te negaste y ahora te lo robaron.
!Qué mala suerte tienes!

El viejo hombre les respondía:
- ¿Mala, o más bien buena suerte?

Todos se burlaban de él.

Dos semanas después, el caballo regresó
seguido de una manada de potros salvajes.

Su corcel había escapado detrás de una hermosa
yegua y retornaba ahora con la manada entera
siguiéndolos.
- ¡Qué suerte! -exclamaron los vecinos.

El viejo hombre inició entonces con su hijo
la tarea de domar los caballos. Una semana más
tarde, el muchacho se rompió una pierna entrenando
a los potros.
- ¡Qué infortunio! ¿Quién lo va a relevar, si no
tiene cómo contratar a un reemplazo? -comentaron
los vecinos.

El anciano les contestó:
- ¿Mala, o buena suerte?

Pasaron unas semanas, cuando de repente el ejército
real llegó al pueblo y enlistó a los jóvenes en sus
filas.

Todos fueron enrolados excepto el hijo del viejo,
quien no les interesó, porque tenía una pierna
fracturada.
- ¡Qué suerte tienes! -le dijeron los vecinos
llorando-. A nuestros hijos se los llevaron a la
guerra y probablemente morirán, mientras tu hijo
permanecerá contigo.

Conmovido, el viejo hombre replicó:
- Buena o mala suerte, ¿quién sabe?
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