viernes, 25 de septiembre de 2009

El Kimono Rojo Reflexion


En el diario vivir es muy común que “como te ven, te tratan” y en ocasiones, si no es que por lo general, el vestido te dice de que tipo de persona se trata.

La forma de vestir dice mucho de una persona, a primera instancia, pues denota, a simple vista, orden, buen gusto y limpieza; se podrá prescindir de las dos primeras, pero de la tercera nunca, me decía una persona en una ocasión: “si no visto mejor es porque no tengo, pero limpio estoy”.

Hay personas que por su forma de ser dejan de lado su manera de vestir, no le dan importancia pues están centrados en vestirse pero por dentro, es decir, estar bien presentados de espíritu y de mente; esto puede ocasionar que la gente, de alguna forma, no los valore en un principio como es debido, y esto sucede hasta que empiezan a hablar y demuestran su valor real.

Les voy a contar la historia de Ikyu, un célebre monje del pasado.

Ikyu era hijo del emperador, este lo confinó a un templo; pero todo el mundo sabía que era un príncipe. Más tarde llegó a ser abad del templo más bello de Kyoto, e introdujo la ceremonia del té, de la que es el fundador.

Su vestimenta era un kimono que estaba deshilachado, como el de un mendigo, así vivía por elección.

Un día, un hombre rico lo invitó a una ceremonia conmemorativa por sus antepasados. Ikyu se presentó en la mansión vestido como siempre, como un mendigo, y los criados, tomándolo por un pordiosero, lo echaron.

Entonces, Ikyu volvió al templo y, por primera vez, se puso un bellísimo kimono rojo, un rakuru dorado, unos bonitos zapatos negros y un hábito de seda blanca. Vestido así se dirigió a casa del hombre rico donde le estaban esperando, entrando sin problema y en medio de caravanas y honores. Allí recitó sus oraciones y pensamientos.

Cuando terminó la ceremonia, se dirigió al comedor y los criados pusieron manjares deliciosos ante él. Su mesa estaba cubierta de platos. Ikyui se despojó y dobló su kimono.

“Tendrá ganas de beber”, pensaron sus anfitriones. Pero él puso su kimono ante la mesa y no tocó los platos.

-¿Por qué no come usted? –le preguntaron.

Ikyu respondió:

- Este banquete no me ha sido ofrecido a mí. Le ha sido ofrecido a este kimono rojo, así que él es quien debe comérselo.
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