Perdón es una palabra conformada por el prefijo “per” que significa intensidad y “don” que significa regalo: Regalo intenso. Principalmente para quien perdona, porque cuando perdonamos es como si desatáramos un ancla de nuestros pensamientos, de nuestras acciones, de nuestras emociones. Es como si abriéramos la puerta de las opciones que siempre hemos sabido que nos benefician pero que, por esta ancla, hemos mantenido cerrada.
Cuando las personas hablan de perdonar, frecuentemente se refieren ha haberse quitado un peso de encima, esto quiere decir que quien perdona es el primer beneficiado con este regalo.
Es muy frecuente y válido el argumento de perdonar por comprender, por entender, por compasión con el otro; sin embargo, puede ser más efectivo que busque perdonar porque es usted el que se beneficia, el que se libera, el que comprende que manteniendo y alimentando su resentimiento, el daño es para usted y para los suyos.
Perdonar no significa que el otro cambie. Algunas personas perdonan y, sin embargo, crean inmediatamente la expectativa de que la otra persona “no lo vuelva a hacer”, cuando sabemos que este cambio sólo se dará cuando el otro realmente lo decida. Entonces, en este caso, la expectativa realista sería, si la persona ha actuado varias veces de esa manera determinada, lo más probable es que vuelva a hacerlo igual. Por tanto, sería conveniente que, además de perdonar, usted tome las medidas para no verse afectado de nuevo por ese comportamiento.
El resentimiento es una extraña fantasía de dolor que quizá mantenemos con la esperanza de que otra persona venga a disculparse, a reconocer su error. La otra persona tiene sus propios argumentos y razones o justificaciones para haber obrado como lo hizo y nuestro resentimiento no va a cambiarlos. Si esa manera de obrar, que nos dolió tanto, es verdaderamente un error del otro, él mismo estará sufriendo las consecuencias aun cuando aparentemente no lo demuestre, ya que es difícil saber lo que pasa en el corazón de otro ser humano.
El poeta norteamericano Longfellow decía:
Cuando las personas hablan de perdonar, frecuentemente se refieren ha haberse quitado un peso de encima, esto quiere decir que quien perdona es el primer beneficiado con este regalo.
Es muy frecuente y válido el argumento de perdonar por comprender, por entender, por compasión con el otro; sin embargo, puede ser más efectivo que busque perdonar porque es usted el que se beneficia, el que se libera, el que comprende que manteniendo y alimentando su resentimiento, el daño es para usted y para los suyos.
Perdonar no significa que el otro cambie. Algunas personas perdonan y, sin embargo, crean inmediatamente la expectativa de que la otra persona “no lo vuelva a hacer”, cuando sabemos que este cambio sólo se dará cuando el otro realmente lo decida. Entonces, en este caso, la expectativa realista sería, si la persona ha actuado varias veces de esa manera determinada, lo más probable es que vuelva a hacerlo igual. Por tanto, sería conveniente que, además de perdonar, usted tome las medidas para no verse afectado de nuevo por ese comportamiento.
El resentimiento es una extraña fantasía de dolor que quizá mantenemos con la esperanza de que otra persona venga a disculparse, a reconocer su error. La otra persona tiene sus propios argumentos y razones o justificaciones para haber obrado como lo hizo y nuestro resentimiento no va a cambiarlos. Si esa manera de obrar, que nos dolió tanto, es verdaderamente un error del otro, él mismo estará sufriendo las consecuencias aun cuando aparentemente no lo demuestre, ya que es difícil saber lo que pasa en el corazón de otro ser humano.
El poeta norteamericano Longfellow decía:
“Si nosotros pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, podríamos encontrar en la vida de cada uno de ellos tanta pena y tanto sufrimiento, que sería suficiente para desarmar cualquier hostilidad”.
El Resentimiento, ¿Le hace mal al otro o a usted mismo?
Cuentan que una vez un hombre llegó a su casa u encontró que había sido saqueada por ladrones. Sintió hondo pesar por lo que le había sucedido y, después de hacer el recuento de las pérdidas, se llenó de rabia, frustración e impotencia y, sin embargo, al reflexionar, se dio cuenta de que, fuera de intensificar las precauciones, era muy poco o nada lo que podía hacer por
recuperar sus bienes o encontrar a los ladrones. Entonces dijo: “ya que me robaron mis bienes, no voy a permitir que me roben mi tranquilidad y mi paz”. Y decidió olvidarse del asunto.
Cuentan que una vez un hombre llegó a su casa u encontró que había sido saqueada por ladrones. Sintió hondo pesar por lo que le había sucedido y, después de hacer el recuento de las pérdidas, se llenó de rabia, frustración e impotencia y, sin embargo, al reflexionar, se dio cuenta de que, fuera de intensificar las precauciones, era muy poco o nada lo que podía hacer por
recuperar sus bienes o encontrar a los ladrones. Entonces dijo: “ya que me robaron mis bienes, no voy a permitir que me roben mi tranquilidad y mi paz”. Y decidió olvidarse del asunto.
"Que nos hagan un agravio no significa nada, a menos que insistamos en recordarlo."