Con todo esto del Mundial 2010 que se llevara a cabo en Sudáfrica es inevitable y hasta injusto no hablar de un personaje de actualidad que cambio la historia -y la vida- de este país y de mucha gente.
Ese personaje es el señor Nelson Rolihlahla Mandela. Buscando algo de historia me encontré con este excelente post publicado justo el día en que se celebraban los 20 años de su liberación del encarcelamiento al que injustamente fue condenado.
La foto que acompaña a este post es de cuando regresó a la carcel donde paso mas de 30 años recluido por su forma de pensar.
El post lo podrán leer en el siguiente enlace, si así lo desean: Escrito con sentido
A 20 Años de la liberación de Madiba
La historia de Nelson Mandela está de nuevo de actualidad, con el estreno de la película ‘Invictus’. Hoy se cumplen 20 años de su salida de la cárcel, el esplendoroso triunfo de la bondad de un ser humano sobre un régimen que significaba la puesta en práctica de un modelo de país fundado sobre todo lo contrario. Contar la historia de este hombre es arriesgarse a no estar a su altura, porque resulta casi imposible encontrar el tono que logre transmitir lo que significa.
La prisión de Robbe Island está situada en una isla frente a Ciudad del Cabo. Lo sabían los carceleros y los presos allí alojados. Lo sabía Nelson Rolihlahla Mandela en cada uno de los días de los 27 años que permaneció allí recluido, una buena parte de ellos aislado en su celda. Podemos incluso adivinar que acabaría siendo una metáfora, un espejismo doloroso de lo que durante años le negaron como ser humano.
Pero llegó el 11 de febrero de 1990. De la tortura de su prisión, Mandela emergió ese día con el puño en alto. Libre por fin, canoso y lleno de arrugas, con la vista dañada por el efecto de la cal... Pero como símbolo de las aspiraciones de un pueblo y sin un ápice de resentimiento, con el propósito de obrar un milagro que nadie creía posible: El de crear un nuevo país basado en el diálogo; una democracia multirracial que aboliera el odio, la desigualdad social, el insulto y la violencia.
Para conseguirlo aparentemente sólo tenía su prestigio personal. Pero Nelson Mandela posee una capacidad de seducción ilimitada. Quizás sea porque incluso sus mayores enemigos no podrían odiarle, al no tener ningún asidero con el que alimentar ese odio. El cambio comenzó cuando el 10 de mayo de 1994 juró su cargo como Presidente y nombró vicepresidente a Frederik De Klerk, el último mandatario del apartheid. El 27 de abril de ese mismo año, el mundo contempló asombrado algo inaudito: Largas colas de blancos, negros y mulatos esperaban en las afueras de los colegios electorales para ejercer su derecho al voto. En absoluta tranquilidad, como si fuese la cosa más normal del mundo en un lugar donde meses atrás todo indicaba lo contrario. Se estaba produciendo la ruptura de otro tabú.
Ha habido muchas rupturas en la larga vida de Madiba, el apelativo respetuoso con que se le conoce en Sudáfrica: el del nuevo himno, uniendo dos anteriores con significados opuestos y valores y bandos encontrados, por ejemplo:
Nkosi Sikelel' iAfrika", Dios Bendiga a África (Dios bendiga a África/que su cuerno se alce alto/Escucha nuestras plegarias/Y bendícenos), es la canción de la resistencia negra.
"Die Stem", El Clamor de Sudáfrica (Desde el azul de nuestro cielo/desde la profundidad de nuestros mares/desde nuestras cordilleras eternas/con el sonido de nuestras carretas/se alza la voz de nuestros seres amados) es la afrikaaner.
El primero se canta en el idioma xhosa, y el segundo en afrikáans. Ambos se unieron para formar el himno definitivo del país. Los símbolos a veces no son gran cosa, pero cuando llevan tal carga emocional detrás es diferente. Ocurrió algo parecido con la bandera.
Todo había logrado encauzarse. Pero faltaba algo. Un acontecimiento que sirviera de engarce a las dos comunidades antes enfrentadas, y de eso se ocupa precisamente la excelente película de Clint Eastwood. Esa baza que le faltaba por jugar a Mandela se la proporcionó el rugby, que había sido un símbolo deportivo de la segregación racial.
Ante la oposición de dirigentes en su propio partido, Mandela consiguió que la Federación Internacional de Rugby le concediera la sede de la copa mundial de 1994 a su país y durante el período de preparación la selección nacional se convirtió en otro instrumento de acercamiento de las dos comunidades. Francois Pienaar, el capitán, fue decisivo pues entendió lo que podía llegar a significar ese evento y supo captar la intención de su Presidente.
El momento en que Mandela le entrega la copa de campeón del mundo, vestido con la camisa y la gorra verdes, antes tan odiadas por la comunidad de color, es un hito del poder de la bondad humana y uno de los momentos más emocionantes de la historia contemporánea. A Madiba ya sólo le quedaba un último ejemplo que dar: Al concluir el período de su mandato en 1999 no se presentó a la reelección, al entender que su labor había concluido y aún habían cosas de las que ocuparse desde otro lugar y con otros medios.
Desde la fundación que lleva su nombre, se ocupó de mediar en otros conflictos africanos, en la lucha contra la pobreza y la pandemia del SIDA, que está matando a más africanos que el apartheid y el sistema colonial juntos. En 2001, nos asustó al anunciar que sufría de cáncer de próstata y en 2004, se retiró de la vida pública.
"No me llamen, yo los llamo" bromeó cuando hizo un anuncio que todos esperaban pero que nadie quería. Hoy, frágil, apoyado en su esposa, Graca y su bastón de madera africana, Nelson Mandela sigue sin poder jubilarse.
Nadie quiere su silencio ni su retiro. La culpa la tiene él, por haberse alzado por encima de la mezquindad y el rencor, a pesar de la desesperanza y el miedo.
Su figura es tan gigantesca que siempre le necesitaremos.
Pocos son los personajes de la historia que admiro, este es uno de ellos, sin duda su paso por esta vida servirá de ejemplo para personas que quieren verdaderamente servir, que dejan de lado el beneficio propio y buscan el bien de una nación.
