Un discípulo le preguntó a su maestro:
-La simple presencia de un maestro, hace que todo tipo de curiosos se le aproximen con la intención de descubrir algo que les pueda beneficiar.
¿Esto no puede ser perjudicial y negativo?
¿Esto no podría desviar al maestro de su camino, o hacerle sufrir por no haber conseguido enseñar lo que quería?
El maestro le respondió:
-La visión del árbol cargado de frutos despierta el apetito de todos los que pasan junto a él. Si alguien desea saciar su hambre más allá de su capacidad, acaba comiendo más de lo necesario, y pasándolo mal. Sin embargo, esto no le causa ningún tipo de indigestión al dueño del árbol.
"El camino ha de estar abierto para todos; pero Dios se encarga de ponerle a cada uno sus límites".