lunes, 17 de mayo de 2010

Yo soy yo.


Todos querían que fuera semejante a alguien.

Mi Padre, quería que fuera una reproducción suya.

Mi Madre que fuera igual a mi abuela.

Mis maestros, querían que fuera como mi hermano.

Y a mi hermano, le gustaba que fuera como sus amigos.

Todos y cada uno querían que fuera otro...

Hasta que un día, decidí que no quería parecerme a nadie...

Salí de casa, me fui a una tapia y escribí: YO SOY YO.

Y entonces comencé a hablar humanamente,
sin envidias, sin egoísmos, decidí escuchar con los cinco sentidos,
como hacen los sabios, fieles a sus convicciones,
pero abiertos a las distintas opiniones e intereses.

Y humanamente trabajé,
no para beneficiarme sino para beneficiar a otros
y haciéndolo me di cuenta que yo también me beneficiaba.

Amé sin regateos, diferencias, ni favoritismos,
por eso me sentí unido a cada uno de mis prójimos.

Cuando lloré, lo hice sin vergüenza,
pues el dolor nos hace crecer y ser humanos.

Y me reí. Sin fronteras, uniendo mi risa con la de mis hermanos,
dándome cuenta que sólo así era yo.

Y volví a escribir: YO SOY YO.


Autor desconocido
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