lunes, 3 de mayo de 2010

La Replica Ingeniosa

Hay momentos, cuando vierten un comentario mordaz hacia nosotros, en que nos hace falta contestarla, pero no tan solo hacerlo sino agregarle algo que haga que la gente voltee la vista hacia la persona que la inicio.

Así, hay personajes de la vida que no son capaces de contestar un comentario mordaz hacia su persona, y quiero pensar que se debe a que son demasiado nobles y no porque no tengan la capacidad.

Que divertido habría sido que, en la campaña electoral de 1988 en Estados Unidos, el senador republicano Dan Quayle hubiera replicado en forma brillante a la pulla del senador demócrata Lloyd Bentsen: “Senador, usted no es John Kennedy”. La respuesta de Quayle (“Observación realmente innecesaria, senador”) fue tibia. Solo sirvió para detener el golpe cuando se necesitaba un contraataque, una combinación de ingenio y veneno.

Como la salida de sir Winston Churchill ante Bessie Braddock, miembro del Parlamento Inglés, quien le gritó en una cena: -“¡Está usted borracho!” El Primer Ministro repuso: - “Usted señora, esta muy fea. Y yo mañana estaré sobrio.”

Tal vez la replica más aguda del mundo sea la que se atribuye a John Wikes, periodista y político británico del siglo XVIII. Cuando lord Sandwich le vaticino que moriría “de viruela o en las galeras”, Wilkes contraatacó: "-Todo depende de que abrace yo a la amante de Vuestra Señoría, o los principios de Vuestra Señoría."

La maravilla de una replica ingeniosa es que quien la recibe pasa de agresor a victima. El actor Noel Coward, por ejemplo, se encontró una vez con la novelista Edna Ferber, que vestía traje sastre, y le dijo: "-Casi parece hombre". "-También usted", reacciono ella.

Churchill, el gran maestro de la replica, tenia la costumbre de darle a la gente una sopa de su propio chocolate. Es ya legendaria la contestación que le dio al dramaturgo Bernard Shaw, quien le envió, en cierta ocasión dos boletos para el estreno de una de sus obras de teatro, con el siguiente mensaje: “Uno para usted, y otro para un amigo suyo…. si es que lo tiene”. Churchill se disculpo de asistir, pero pidió que le enviara boletos para la siguiente función: “… si es que la hay”.

El absurdo puede resultar demoledor si sabe uno aplicarlo con tino. Cierto duque ingles, molesto por la lentitud del servicio en su club, llamo al camarero y le pregunto con altivez: “-¿Sabe usted quien soy?” A lo que el camarero tranquilamente contestó: “-No, señor, no lo sé, pero tratare de averiguarlo y se lo comunicaré de inmediato”.

Otro clásico del genero es un dialogo que tuvieron la periodista y escritora Dorothy Parker y la diplomática Clare Boothe Luce, ambas norteamericanas, una vez que llegaron al mismo tiempo a una puerta. La señora Luce se hizo a un lado y dijo: “-La edad antes que la belleza”. La señora Parker, sin detenerse, asestó: “-Las perlas antes que los cerdos”.

Nada de lo anterior sugiere una replica ingeniosa para el senador Quayle. Pero en vista de lo que se ha sabido sobre el lado oscuro de la personalidad de John Kennedy (sus enredos sexuales, la crueldad con que manipulaba a las mujeres). Tal vez Quayle no la necesitaba. Habría bastado quizá decir: “-Favor que usted me hace”.
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