viernes, 9 de abril de 2010

Nunca desprecies un Regalo Histora para Reflexionar

Hace algunos años, leí una historia muy especial que nunca he olvidado. Y no la he olvidado porque me dejo una enseñanza muy profunda sin tener que vivirla. Aprendí -de esta lectura- que en ocasiones, lo que más queremos en la vida está ahí, enfrente de nosotros, que tan solo bastaría con abrir bien los ojos para poder verlo.

La historia era sobre un joven egoísta y de mal temperamento y su padre rico pero religioso a la vez. La madre del joven había muerto cuando el apenas era un chiquillo. El padre, temiendo ser demasiado consecuente con su hijo, muchas veces se mostraba estricto hacia este joven de mal carácter.

Cuando el joven estaba por graduarse de la universidad, hablaron sobre cuál sería el mejor regalo de graduación. Después de pensarlo un poco, el hijo decidió que su sueño más grande, era tener un auto deportivo. Su padre estuvo de acuerdo que un nuevo auto sería un buen regalo para una ocasión tan especial como ésta.

El día de la graduación, el padre y su mejor amigo de la infancia fueron juntos a la ceremonia de graduación. Después de que el joven recibió su diploma, el padre, orgullosamente lo abrazó y, con lágrimas en sus ojos, le dijo que ese era el día más feliz de su vida. En ese momento le dio un paquete bien envuelto, diciéndole, "Estoy muy feliz al darte un presente el cual, le ruego a Dios, lo goces por el resto de tu vida."

El joven sonriente rompió la envoltura de su regalo. Pero en un instante, su sonrisa se disolvió en una mirada extraña, luego se transformó en enojo. En vez del presente que tanto había soñado - un juego de llaves de un auto nuevo - el padre le había regalado a su hijo una Biblia nueva.

El asombro rápidamente se tornó en ira. El joven de mal carácter vio incrédulamente a su padre. Sosteniendo la Biblia en frente como una ofrenda, el joven airado gritó, "¿Como pudiste regalarme esto cuando tú sabías que lo que yo quería era un auto?" Levantó la Biblia más arriba de su cabeza y la lanzó hasta los pies de su padre, gritando con todas sus fuerzas, "Esto es lo que pienso de tu regalo de graduación. ¡Lo odio...y te odio!" Luego dio la vuelta y salió corriendo fuera del auditorio, mientras su padre le decía, "¡Espera! ¡No entiendes...no es lo que tú crees!" El muchacho enojado no escuchó la explicación de su padre, y mientras él salía corriendo fuera del edificio, su padre se tomaba el pecho y caía al piso, muriendo de un ataque masivo al corazón.

Los años pasaron. En todo ese tiempo, el hijo maduró; de un joven egoísta y de mal carácter, pasó a ser una persona de edad mediana, muy bondadoso y educado, y con hijos propios.

Una hermosa mañana primaveral, escuchó que alguien tocaba suavemente a la puerta. En la puerta estaba un anciano, con una Biblia en una mano y un bastón en la otra. El hombre de edad mediana reconoció al anciano, ya que era el amigo de infancia de su padre, e inmediatamente abrió la puerta y lo invitó a entrar.

Fueron hacia la parte de atrás de la casa y estuvieron ahí todo el día, recordando los viejos tiempos. Antes de irse, el anciano se volteó de una manera gravemente seria. Se hizo hacia adelante en su silla y preguntó, "¿Sabes qué es lo que hay en esta Biblia?" El hombre asintió con la cabeza y respondió, "Por supuesto que sí. Poco tiempo después que muriera mi padre, comencé una búsqueda muy seria, tratando de encontrar el significado a la vida. Mi búsqueda me guió hacia los cuatro términos de la tierra...y hacia el entendimiento eventual de que no hay palabras más verdaderas como las que están escritas en la Biblia."

El anciano se mostró complacido con la respuesta, sabiendo que el fallecido padre del hombre se sentiría muy feliz de que su único hijo haya encontrado la fe. Entonces se tornó a mirar hacia la ventana.

Después de un momento de silencio volvió a verlo y le dijo, "Yo soy un anciano, y ya no tengo mucho tiempo en este mundo. Quiero que sepas que he debatido por mucho tiempo y fuertemente sobre si debía de hacerte o no esta visita. Pero ahora que hemos hablado, estoy convencido de que hice lo correcto. ¡Tu padre se sentiría orgulloso!"

El hombre se sintió visiblemente movido por el cumplido del anciano. Se pudo notar sus ojos humedecidos, brillando por la luz que entraba a través de la ventana. “Cuando te preguntaba si sabías lo que hay en esta Biblia," el hombre continuó, "me sentí contento al escuchar tu convicción. Pero no estaba hablando en sentido figurado. Lo que dije, lo dije literalmente. ¿Sabes lo que hay en ESTA BIBLIA?"

Mientras hablaba, él extendió su brazo hacia adelante, hasta que la Biblia estaba a solamente unas pulgadas de la cara del hombre. "Bueno, creo que no sé," respondió con un confundido tono de voz. “Esta es la Biblia que tu padre te dio el día que te graduaste de la universidad. Yo la recogí después que tu padre colapsó, y la he guardado todos estos años, esperando el momento correcto para presentártela a ti. Ahora es ese momento. Dejaré la Biblia contigo," continuó el anciano. "Y confío en que la observarás detalladamente cuando yo me vaya. Creo que encontrarás algo ahí dentro que cambiará tu opinión acerca de tu padre."

Después de guiar al anciano hacia la puerta, el hombre regresó a la parte de atrás de la casa, levantó la desteñida Biblia y comenzó a hojearla detenidamente a través de las amarillentas páginas.

Mientras volteaba cada página, se recordaba de la "traición" de su padre en la noche de graduación, y recordó la ira que lo consumía años atrás, hasta que volteó la última página de la Biblia para encontrar pegadas con cinta.... las oxidadas llaves de un auto nuevo.

EL hombre hizo una pausa por un breve momento, congelado en el tiempo. Se quedó inerte en el silencio, recordando en su mente la fea escena que guió al fatal ataque cardíaco de su padre años atrás. Y entonces comenzó a llorar.
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