Un pequeño de ocho años pensaba: “Queridos padres, hoy festejo mi cumpleaños número ocho, estoy muy feliz, pues nunca antes había festejado mi aniversario. Ya no tardan en llegar mis invitados, seguro que me traerán muchos regalos y un sinnúmero de sorpresas que alegrarán este regocijo tan especial, pondremos música hasta cansarnos y todos disfrutaremos este gran día.
No sé como adornar la casa, he intentado cientos de arreglos y todavía no me convence alguno. El menú va a ser algo muy especial, sin duda todos se lamerán los dedos de lo sabroso que será el banquete. Me pondré ese traje tan especial, aquel que he guardado durante tres años, desde que no sé nada de ustedes.
Pero, ¡qué sorpresa!; mis invitados, que son los ratones pues yo no tengo amigos, empiezan a llegar a la coladera en donde vivo y traen desechos de comida en sus boquitas, los cuales, sin duda alguna, serán una gran cena para mí. La música es el claxon de los automóviles que suenan sin cesar.
Brindaré con la lluvia que se empieza a trasminar por la coladera, y mi pastel será un pedazo de pan duro que me encontré en la mañana.
Papi, mami, si vivíamos tan felices, ¿por qué se tuvieron que empezar a pelear cuando tenía cuatro años?, ¿por qué se deshizo el hogar, donde yo era tan feliz?
Mamá, no tenías derecho a engañar con otro señor a papá, ni a abandonarnos olvidándote para siempre de nosotros. Hace dos años murió mi hermanita, pues no soportó esta vida cruel e inhumana.
Papá, no tenías derecho a emborracharte hasta perder la vida y dejarme solo en este infierno, donde las personas me llaman niño de la calle, y no por mi nombre, donde creen que por un peso ya salvaron mi alma o están bien con Dios. Pero lo que yo necesito es amor, una palabra de apoyo, alguien que me diga te quiero, alguien en quien pueda apoyar mi vida miserable y descargar todo ese amor y esa rabia que te deja la soledad.
Creo que, más que dinero, necesito amor; más que compasión, ternura, y más que la crítica, necesito consejos.
Pero la fiesta ya va a empezar y no quiero perderme ningún detalle.
Papi, mami, donde quiera que estén, los perdono y que Dios los bendiga. Pero acuérdense de mí “¿si?”.
Y, tarareando, empezó a cantar... “Feliz Cumpleaños a mi, feliz cumpleaños a mi...”
Un niño de la calle, como les llaman, no es un niño diferente, es una persona que empezó esta vida con la suerte en su contra. El amor, la ternura y la protección que tienen que otorgar los padres les fue negado. Atrévete a facilitarles un poco de lo mucho que tú tienes, otorga a esas pequeñas criaturas un toque de ternura, fraternidad y compasión.
Si tienes hijos y tu matrimonio o relación está fragmentándose, antes de tomar una decisión emocional, piensa en el futuro de aquellos pequeños con los que te comprometiste el día en que vinieron a este mundo.
Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no lo vuelve pianista.
Ningún éxito en la vida puede compensar el fracaso en el hogar. Los padres, para ser felices, tienen que dar. Dar siempre, esto es lo que hace un buen padre.