Actualmente, aunque alguien diga las cosas mas absurdas, nadie lo critica; mas bien le decimos: “Es muy interesante tu opinión” o “Tengo que pensar en ello”.Si uno aventura un tímido “No estoy totalmente de acuerdo contigo”, lo tachan de belicoso.
Al dialogar, los políticos utilizan frases huecas como: “Yo diría que el asunto también puede considerarse desde un ángulo distinto. Nuestros puntos de vista no son tan incompatibles”.
Hemos perdido un valor importante: la sinceridad. Cada vez mas hablamos con indirectas, escurridizas como anguilas, y por lo tanto poco comprometedoras.
Esta cómoda retórica -si se le puede llamar así- no es fortuita: es el resultado de la indolencia de una sociedad opulenta cuyos miembros no quieren tener ninguna responsabilidad personal; ni siquiera la de ser francos.