Cuentan que una vez, en el reino animal, el león, malhumorado por su monótona vida, quiso saber lo que opinaban sobre él el resto de los animales; y para saber algo que le interesaba -además de la opinión sobre su persona- decidió preguntarles sobre el aliento que él tenia.
Pronto mandó llamar a la oveja para hacerle la pregunta que había preparado. Dentro de su ingenuidad y nobleza, la pobre oveja respondió -con sinceridad-: “Si”. En el acto el león le arranco la cabeza por tonta.
No satisfecho con el resultado inicial de su entretenimiento decidió hacer una segunda consulta. Para ello seleccionó al lobo, que consideró sería más sincero y veráz en su respuesta pues su sagacidad así lo demostraba. Una vez que lo tuvo enfrente le planteó la misma pregunta. El lobo dijo “No”, y el león lo hizo pedazos por adulador.
Así fue paseando por el reino animal, destrozando a quien él consideraba no contestaba lo adecuado. Hasta que se acordó de Esopo -el de las fábulas-, el que siempre dejaba al zorro como el animal mas astuto que existía. “Si” -dijo para sus adentros- “el zorro seguramente me contestará con inteligencia y sinceridad”.
Rápido lo mandó llamar y cuando lo tuvo de frente le hizo la misma interrogante que a los otros. Y el zorro contestó: “En verdad, señor, estoy tan resfriado que no puedo oler nada”.
Moraleja: "En circunstancias de peligro, solo los sabios saben responder".