La experiencia no solo se adquiere viviendo la vida, también se aprende leyendo lo que le pasó a otros.
Pero pocos son los que mencionan los errores en que cayeron, ya que por lo general hablan de los logros obtenidos y resumen las experiencias negativas en el argumento del tesón, la persistencia y el no claudicar como base para llegar a su posición de éxito.
El que le vaya bien o mal a una persona depende de muchos factores, nadie tiene la formula exacta para lograrlo, lo que a uno le funciona bien al otro puede ser que no.
Que mejor seria que en vez de decirnos “la formula de su éxito” nos mostraran todos los errores que cometieron antes de lograrlo, no vaya a ser que de alguno de ellos saquemos experiencias que el otro no vio, como es el caso de la siguiente fabula de Esopo:
El león, la zorra y el asno
El león, la zorra y el asno, cansados cada uno de obtener pequeñas cazas para alimentarse, acordaron asociarse para conseguir una presa que los llenara verdaderamente de gusto, una que en lo individual nunca podrían conseguir: un elefante.
Planearon, entre los tres, la estrategia para conseguirlo dejando al asno la manera en que seria repartido el suculento manjar. El asno haciendo acopio de sus bastos conocimientos recreo mentalmente, una y otra vez, la forma en que se deberían repartir la presa, de tal manera que fuera equitativo para todos.
Y se dieron a la tarea, logrando, después de una ardua lucha, conseguir el objetivo. Aun exhaustos, pero satisfechos con su logro, el león le dijo al asno que repartiera entre los tres el botín.
Fue cuando el asno hizo tres partes perfectamente iguales, como lo había planeado de acuerdo a sus conocimientos, y le pidió al león que tomara la suya. Este, indignado, al ver las tres partes iguales, saltó sobre él y lo devoró.
Después de terminar con el asno, el león le pidió a la zorra que fuera ella quien ahora repartiera.
La zorra hizo un montón de casi todo, dejando solo para ella una pequeña porción. Llamó al león para que escogiera de nuevo.
Al ver aquello, le preguntó el león que quien le había enseñado a repartir tan bien.
¡ Pues el asno, señor !
Corolario: Siempre es bueno no despreciar el error ajeno, más bien aprender de él. Igual, no porque posees un titulo ya eres dueño de lo correcto.