La inacapacidad de perdonar
nos somete al pasado,
a viejos resentimientos
que impiden la entrada
de aires nuevos en la vida.
Nuestro propio rencor
es un lazo que otros
nos echan al cuello.
Si no perdonamos,
vivimos expuestos
a lo que hagan nuestros enemigos,
y caemos en un circulo vicioso,
de acciones y reacciones,
de afrentas y venganzas,
de ojo por ojo y diente por diente,
cada vez mnas violento.
El pasado ahoga
y devora al presente,
hasta que el perdón libera
a quien lo otorga.