lunes, 26 de octubre de 2009

Amor de Hombre


Ovidio fue un poeta célebre que nace en el año 43 antes de Cristo en Roma. En la primera parte de su vida escribe un poema titulado Arte de Amar, en el que describe las enseñanzas para vivir plenamente este sentimiento humano.

Según lo describe en este libro existen tres fases en el arte de amar de los hombres,

Descubrir: La mujer idónea para ti has de buscarla tú con tus propios ojos y los pequeños detalles cautivan a los espíritus sensibles.

Conquistar: El hombre tiene que ser el primero en suplicar a la mujer, enseguida ella asumirá vencida el papel de suplicante. La iniciativa ha de partir del hombre. Sea el hombre el primero en acercarse.

Agrega sobre esta fase: Tanto las que acceden como las que se niegan, se alegran, no obstante, de que se les corteje. Ideales son las misivas cariñosas y las promesas y muy útil la elocuencia.

Recomendaciones para el logro en esta fase:

-Mantén buen comportamiento en los banquetes, cuidándote de la bebida.

Como Siempre dar en el Blanco


Un rey, que en su carruaje pasaba por un pueblo, observó una flecha disparada exactamente en el centro de un blanco, que era el círculo dibujado en el tronco de un árbol.

Intrigado, se dió cuenta que además había en varios sitios otras flechas disparadas, todas con la misma precisión en el centro del blanco. Sorprendido por la habilidad del arquero, mandó a sus pajes a buscarlo.

Después de algunos minutos encontraron al autor de los certeros disparos. Se trataba de un niño de no más de doce años.

- ¿Eres tú el hábil arquero? -preguntó el rey.

- Si, -respondió el chiquillo.

- ¿Cómo haces para ser siempre tan certero en tu puntería? preguntó de nuevo el rey.

Un Milagro de Guerra


Durante la guerra en Korea, un hombre fue gravemente herido en un campo de batalla en Heartbreak Ridge. Sus amigos estaban cubiertos en una cueva de zorros como a 10 metros del lugar cuando este fue herido en una emboscada.

Mientras el fuego continuaba, los otros hombres discutian entre ellos que hacer. Pero como el fuego era intenso era díficil seguir arrastrandose y traer a su compañero herido, pues eso significaria la misma muerte.

Por un rato nadie se movía. Los hombres que estaban en la cueva podían escuchar a su compañero herido clamar por ayuda.

Entonces uno de los hombres que estaba en la cueva empezó a mirar el reloj. No podía quitar la vista del mismo. Todos los demas lo notaron y empezaron a preguntarle cosas, pero el soldado no dejaba de mirar el reloj y permanecer en silencio.
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