La pequeña escuelita rural que se calentaba con una vieja estufa de carbón, era alimentada por un niño que todos los días llegaba temprano a la escuela para encender el fuego y calentar el aula antes que llegara la maestra y sus compañeros.
Una mañana, llegaron y encontraron la escuela envuelta en llamas. Sacaron al niño inconsciente del edificio incendiado, más muerto que vivo. Tenía quemaduras graves en la mitad inferior de su cuerpo y lo llevaron urgente al hospital.
En su cama el niño horriblemente quemado oía al medico que hablaba con su madre. Le decía que seguramente su hijo moriría que era lo mejor que le podía pasar, en realidad pues el fuego le había destruido la parte inferior del cuerpo, que nunca más iba a poder caminar.
Pero el valiente niño, no quería morir, decidió que sobreviviría. De alguna manera, para gran sorpresa de los médicos, sobrevivió.