Cuentan que la hormiga se pasaba la vida informándose de la bolsa de valores, vendiendo caro y comprando barato, cerrando contratos en Londres y volando a Francfort para ganar dinero.
Pero le tenía mucha envidia a la Cigarra, que había estado con ella en la escuela. La cigarra siempre iba a los centros nocturnos y a los espectáculos a donde la hormiga solo iba a acompañar a sus clientes. La hormiga pensó: “Si la Cigarra viene en invierno a pedirme dinero, ¡ya verá!”.