El primer día en la Universidad, el profesor se presentó y nos pidió que buscáramos en la clase a alguien que no conociéramos y nos presentáramos. Yo estaba buscando entre mis compañeros, cuando sentí una mano gentil que tocó mi hombro. Me di vuelta, y pude ver a una viejecita cerrándome el ojo y brindándome una hermosísima sonrisa que la iluminaba completamente.
Ella me dijo: Hola guapo. Mi nombre es Rosa. Tengo ochenta y siete años.. ¿Puedo darte un abrazo?. Mi carcajada fue inmediata... y le contesté: ¡Por supuesto que puede! Y me dio un gran apretón.