Hace algunos años, leí una historia muy especial que nunca he olvidado. Y no la he olvidado porque me dejo una enseñanza muy profunda sin tener que vivirla. Aprendí -de esta lectura- que en ocasiones, lo que más queremos en la vida está ahí, enfrente de nosotros, que tan solo bastaría con abrir bien los ojos para poder verlo.
La historia era sobre un joven egoísta y de mal temperamento y su padre rico pero religioso a la vez. La madre del joven había muerto cuando el apenas era un chiquillo. El padre, temiendo ser demasiado consecuente con su hijo, muchas veces se mostraba estricto hacia este joven de mal carácter.