Todos hemos experimentado, seguramente, en alguna ocasión como que la tierra se esta hundiendo en nuestros pies y que irremediablemente nos dirigimos a un abismo del cual es probable que no salgamos.
Esos momentos en que todo lo hecho en la vida de pronto se vuelve historia, tan solo una serie de recuerdos “bonitos” pero por lo que paso no los quieres traer a la mente.
No sabes que hacer, tienes sentimientos de todo tipo, las ideas abruman tu cabeza y la razón huye sin darnos una explicación o consejo.
Es en esos momentos de terrible soledad y abandono en que, sin querer, sin solicitarlo aparecen las ganas de llorar.
Sin lugar a duda el llorar es un recurso, considerado poco varonil, de gran utilidad para ahogar las penas, un método simple de sacar de uno mismo lo que nos angustia.