Algunas de nuestras respuestas anímicas tienen:
Origen biológico como las tendencias innatas del temperamento.
Otras son condicionadas por las experiencias dramáticas vividas y se quedan grabadas en la memoria emocional.
Otras primarias para sobrevivir, como el miedo.
Es necesario reconocerlas a todas como subjetivas e intransferibles. Cada persona tiene dentro de sí una fórmula única que nace de la individualidad de la personalidad.
No hay dos personas que sientan exactamente lo mismo con la misma intensidad y de la misma manera. Ante una situación de desavenencia con otra persona las respuestas son diferentes de acuerdo al temperamento, las experiencias pasadas vividas y la etapa de crecimiento personal de la persona.
Las diferentes respuestas pueden ser variaciones innatas del temperamento: reto, coraje, sentimiento herido, inferioridad, culpabilidad, indiferencia.
Podemos bien usar nuestras emociones innatas para lograr grandes cosas como por ejemplo:
Melancolía - para hacer un paréntesis reflexivo de creatividad, para escribir.
Agresividad - para corregir y cambiar situaciones.
Compulsividad - para dar vitalidad a la dinámica de cambio cuando es necesario.
Irritabilidad - para la santa indignación que lleve al respeto de derechos humanos.
Timidez - para reconocer la necesidad de desarrollo de identidad asertiva.
Sensibilidad - para ofrecer servicio voluntario con empatía.
Es esencial que nos dedicamos a estar con nosotros mismos, eso, nos permite reconocer nuestras emociones, observarlas sin resistirlas, hacerlas parte de nuestra vulnerabilidad para poder crecer con ellas, reprogramar nuestras creencias que las sostienen y pedir a Dios discernimiento para dejarlas ir conscientemente.
Fuente original: Notinova