Cuando uno le da algo a una persona con el firme deseo de ayudarle, no puedes saber si le haces un bien o un mal, esto depende del sentido común de la persona que recibe la ayuda.
Hay algunos que, por desgracia, se acostumbran a siempre recibir ayuda para todo, argumentando mil cosas para lograr ese objetivo.
En vez de buscar la forma de salir de su pobreza inventan mil maneras de aprovecharse de esa situación, incluso los hay de los que fingen alguna invalidez para despertar lastima en los incautos que caen en sus redes.
Una forma de fomentar esta “profesión” es darles la dádiva directamente a estas personas en vez de hacerlo por medio de una institución.
Hay un pequeño cuento que nos ilustra de las consecuencias de ayudar a estos "necesitados"….
Hay algunos que, por desgracia, se acostumbran a siempre recibir ayuda para todo, argumentando mil cosas para lograr ese objetivo.
En vez de buscar la forma de salir de su pobreza inventan mil maneras de aprovecharse de esa situación, incluso los hay de los que fingen alguna invalidez para despertar lastima en los incautos que caen en sus redes.
Una forma de fomentar esta “profesión” es darles la dádiva directamente a estas personas en vez de hacerlo por medio de una institución.
Hay un pequeño cuento que nos ilustra de las consecuencias de ayudar a estos "necesitados"….
Dadme el dedo
Un pobre caminaba por la ruta imperial. De repente vio que venía el emperador y se detuvo. El emperador le toco con un dedo la bolsa de la limosna y todo se convirtió en oro.
El pobre, loco de alegría, le pidió que le tocara un ojo, del cual no veía, y el pobre recobró la vista. Le tocó los dientes perdidos, y los recobró, relucientes de oro.
Mientras el emperador se iba, el pobre le pidió, -¿podrías darme, señor, una cosa, solo una cosa pequeña?
- A ver, decidme, ¿qué más queréis ya?
Señor, el dedo.