Detras del bello poema "Si..." de Rudyard Kipling, se encuentra una historia del amor de un padre y del sacrificio de un hijo.
La siguiente es una historia contada por Suzanne Chazin para la famosa revista Selecciones del Reader´s Digest y publicada en la emision de septiembre de 1993.
"El ajado paquete de papel de estraza iba dirigido simplemente a "Mounsieur Kipling". Rudyard Kipling, el celebre escritor britanico, ganador del premio Nobel, lo abrio, acentuada su curiosidad por los laboriosos garabatos. Dentro habia una caja roja que contenia un ejemplar de la traduccion francesa de su novela Kim, con un hoyo de bala que habia respetado solo las ultimas 20 paginas. De la perforacion, sujeta con un hilo, pendia la Cruz de Malta de la Cruz de Guerra, la medalla que Francia otorga en reconocimiento al valor en la guerra.Le enviaba aquello un joven soldado frances llamado Maurice Hamonneau. En la carta anexa explicaba que, de no haber llevado ese libro en el bolsillo durante cierta batalla, habria muerto. Y pedia a Kipling que aceptara el libro y la medalla en prenda de gratitud.
Nunca un honor habia conmovido tanto a Kipling como este. Dios se habia valido de el para salvar la vida del soldado. Ojala hubiera salvado la de otra persona; la de alguien que significaba para el mucho mas que todos los homenajes del mundo.
Veintiun años antes, en el verano de 1897, la esposa de Kipling, Carrie, le dio su tercer hijo. La pareja ya tenia dos hijas, Josephine y Elsie, a quienes Rudyard adoraba; pero el deseaba un varon. Siempre recordaria el momento en que llego a sus oidos aquel chillido.
-Señor Kipling -anuncio el medico-, tiene usted un hijo.Poco despues, el escritor contemplaba un pequeño envoltorio de casi cuatro kilos de peso. Tomo en sus brazos a aquella criaturita que no cesaba de bostezar, y sintio la ternura mas profunda.
John Kipling, como llamaron al pequeño, resulto ser un niño inteligente, alegre y docil. Su padre se sentia feliz. Sin embargo, en el invierno de 1899 la tragedia toco a su puerta.
Durante un viaje a Estados Unidos, Kipling y su hija mayor, Josephine, de seis años, contrajeron neumonia. En aquel tiempo, cuando todavia no existian los antibioticos, era poco lo que los medicos podian hacer. El 4 de marzo, Kipling consiguio salir del delirio, terriblemente debil. Pero Josephine murio dos dias despues.
A partir de entonces, Kipling no soportaba ver los retratos de Josephine u oir mencionar su nombre. Sin embargo, debia sobreponerse a su dolor por el bien de Elsie y de John, quienes tenian tres años y diecinueve meses, respectivamente.
De manera que adopto la costumbre de llevar a pasear a sus hijos a la montuosa region de Sussex Downs. Les construyo una caja de arena y, cuando se trataba de jugar con ellos, ningun juego resultaba demasiado extravagante.
Los mas entrañables recuerdos que de aquella epoca conservo el escritor correspondieron a los inviernos de 1900 a 1907, que la familia paso cerca de Ciudad del Cabo, Sudafrica. En las tardes calurosas, Kipling se recostaba en una hamaca, a la sombra de un recio roble, mientras los niños jugaban a su alrededor. Una vez, John le pregunto: -Papa, por que tienen manchas los leopardos?
En los ojos de Kipling debe de haber resplandecido una chispa. Imitandola voz de un anciano sabio, empezo a explicar que el leopardo habia tenido mucho tiempo atras el color de la arena oscura, al igual que las jirafas y las cebras que cazaba en la sabana. Pero, entonces, la cebra y la jirafa resolvieron ocultarse en la selva para frustrar los propositos del leopardo.
"Despues de haber permanecido un largo periodo la mitad del tiempo a la sombra, y la otra mitad fuera", continuo, "a la jirafa le salieron manchas, y a la cebra, rayas". Para poder cazarlas en la espesura, el leopardo tambien debia cambiar, y por eso decidio cubrirse de manchas. "De vez en cuando escucharan a los adultos preguntar: 'No podria el leopardo cambiar sus machas?' " Kipling les guiño un ojo a sus hijos y concluyo, negando con la cabeza: "Pues no. Asi esta muy contento".
Kipling reunio sus historias fantasticas de la vida salvaje en un libro llamado Just So Stories for Little Children ("Cuentos al gusto de los niños"). La obra se publico en 1902, y fue aclamada por los criticos. El escritor se estaba conviertiendo rapidamente en uno de los favoritos de los niños de todo el mundo. Pocos sospechaban que aquel hombre, amante de la magia y el misterio de la infancia, habia sido tan desdichado en la suya.
Rudyard Kipling, nacido en 1865 en Bombay, India, vislumbro el mundo por primera vez a traves de la bulliciosa vida callejera de esa ciudad. Antes de que cumpliera seis años, el y su hermana menor, Trix, fueron enviados a Inglaterra para que asistieran a la escuela. Ahi, la mujer contratada para cuidarlos golpeaba y se burlaba del pequeño y fragil Rudyard, y censuraba las cartas que los niños enviaban a sus padres. Ademas, con frecuencia encerraba al niño durante horas enteras en un sotano frio y humedo.
A pesar de este maltrato, Rudyard se esforzo por ser alegre. Años mas adelante escribiria que esa experiencia lo habia "despojado para el resto de sus dias de toda capacidad de sentir un verdadero odio personal". Y tambien le imbuyo la determinacion de darles a sus hijos la felicidad, el amor y la seguridad que le habian faltado a el.
A su regreso a la India, Kipling comenzo a trabajar como reportero, y dedicaba su tiempo libre a escribir relatos de ficcion. Sus tramas versaban sobre el valor, el sacrificio y la disciplina que habia observado en los militares britanicos destacados en el pais, y sobre el misterio y el peligro reinantes en la India. Reunio esos relatos en pequeños volumenes, con la esperanza de que fueran bien acogidos en Londres.
Pero los editores londinenses los ridiculizaron. Uno de ellos escribio: "Me atreveria a conjeturar que se trata de un escritor muy joven, y que morira loco antes de llegar a los 30 años". Kipling cerro los oidos a esas criticas y siguio escribiendo. Al cabo de un tiempo, cuando sus libros cobraron fama y empezaron a buscarlo algunos literatos, academicos y politicos de renombre, mostro ante los elogios la misma indiferencia que antes habia manifestado ante el rechazo.
En los primero años del siglo XX, Kipling hizo muchas advertencias del peligro de una guerra con Alemania, e insistio en que debia instituirse el servicio militar obligatorio. La gente lo tacho de "imperialista" y "patriotero". Y, a pesar de las crescientes burlas de los pensadores de la epoca, se mantuvo firme en sus opiniones sacando fuerza de su hogar y su familia.
Para ese entonces, John era ya un chico alto y bien parecido. Aunque no era un atleta consumado, le encantaba participar en las competencias deportivas que se organizaban en el internado. Como disfrutaba Kipling viendolo correr por el campo de rugby, radiante de entusiasmo! Como se enorgullecia!, pero no porque fuera un gran atleta, sino porque manifestaba ese tranquilo arrojo y ese buen humor que el admiraba. John felicitaba por igual a sus compañeros y a sus contrincantes por el esfuerzo que realizaban. Nunca alardeaba de una victoria ni gimoteaba ante una derrota. Si trasgredia alguna norma escolar, aceptaba sin chistar el castigo correspondiente. Asumia la responsabilidad de sus actos, En otras palabras, se estaba convirtiendo en un hombre.
Para Kipling, la hombria implicaba afrontar la adversidad con entereza. Deseaba fomentar esa actitud en su hijo. Si John fuera capaz de seguir los pasos de los grandes hombres que el habia conocido!; si pudiera regirse por esos valores!; si...!
Un dia de invierno de 1910, Kipling empezo a escribir esos pensamientos para su hijo, que entonces tenia 12 años. Titulo el poema "Si...", y lo incluyo en un libro de cuentos para niños que se publico ese mismo año.
Aunque los criticos no consideraron que era de lo mejor que habia producido, a la vuelta de unos años el poema de cuatro estrofas, traducido a 27 idiomas, era ya un clasico en todo el mundo. Los escolares lo memorizaban. Los jovenes lo recitaban camino a la batalla. Millones de personas adoptaron sus sencillas normas de conducta para guiar su vida.
En 1915, la guerra que Kipling habia predicho asolaba Europa. John ya era un joven de 17 años, alto, delgado y despierto. Tenia el pelo castaño, los ojos de avellana y un bigote incipiente. Como era corto de vista, igual que su padre, no lo admitieron en el ejercito ni en la armada. Kipling consigui que entrara como subteniente en la Guardia Irlandesa, cargo que su hijo acepto con entusiasmo.
John viajo en barco a Irlanda, y en ese pais demostro ser un oficial capaz. Mientras tanto, Kipling hizo campaña en su pais para conseguir voluntarios, y tambien visito Francia con el proposito de escribir sobre la guerra.
En mayo, la noticia de que se habian registrado numerosas bajas sacudio a Gran Bretaña. A medida que los reclutas marchaban en oleadas el extranjero, la partida de John era cada vez mas inminente. Kipling disponia de un recurso para evitarla: John tenia solo 17 años, y requeria de la autorizacion paterna para acudir al frente. Pero, pasara lo que pasara, su padre no podia traicionar los valores que le habia inculcado. Asi pues, dio su consentimiento.
Al mediodia del 15 de agosto, John se despidio de su madre y de su hermana con una inclinacion de su gorra oficial. Carrie Kipling escribio despues que se veia muy elegante y gallardo cuando les pidio que le trasmitieran su afecto a su padre, quien se encontraba ya en terrritorio frances.
Apenas seis semanas despues, el 2 de octubre, un mensajero se presento en la residencia de los Kipling para entregar un telegrama del Ministerio de Guerra. John habia desaparecido en el frente. Se le habia visto por ultima vez en una batalla que tuvo lugar en Loos, Francia.
Kipling hizo hasta lo imposible por averiguar el paradero de John, mas nadie pudo informarle nada. Incapaz de quedarse de brazos cruzados, recorrio uno tras otro los fangosos hospitales del frente, buscando heridos que pertenecieron al batallon de su hijo. Con la serenidad y la sencillez que lo caracterizaban, de inmediato establecia relacion con los soldados a los que trataba. Pero nada podia restañar la profunda herida que crecia en su interior a medida que trascurrian los meses sin recibir noticias del muchacho.
A fines de 1917 aparecio un soldado que habia visto morir a John dos años atras, en la batalla de Loos. Sin embargo, esta triste noticia no le dio ningun consuelo a la familia, ya que el cuerpo nunca fue encontrado.
Durante el resto de su vida, que fueron 18 años mas, Kipling se dedico al cumplimiento de sus deberes como miembro de la Comision Imperial de Sepulcros de Guerra: reinhumar y rendir honores a los caidos. Fue el quien propuso la leyenda que se inscribio en la Lapida del Sacrificio de cada cementerio: "Sus nombres viviran por toda la eternidad". Tambien la frase "Conocido solo por Dios", que se grabo en las lapidas de los soldados cuyos cuerpos nunca fueron identificados, como el de su hijo.
Visito muchos lugares donde se desarrollaron hechos de guerra y participo en numerosos actos en representacion de la comision. No obstante, todo ese tiempo estuvo abrumado por el desencanto. Habia sacrificado el mas bello regalo que le habia hecho la vida. Y, para que? En sus noches de insomnio, cuando los techos de madera de su casa de piedra crujian, Kipling pasaba largos ratos en la oscuridad, tratando de dar respuesta a esa pregunta. Por primera vez en su existencia, este hombre que se habia ganado la vida por medio de la palabra, no encontraba palabras que aliviaran su pena.
En su viaje a Fracia visito a Maurice Hamonneau, el soldado que le envio su Cruz de Guerra al finalizar el conflicto. Se habian carteado durante algunos años, y entre ellos habia florecido la amistad. Un dia de 1929, Hamonneau le comunico al escritor que su esposa acababa de dar a luz y le pidio que fuera padrino del niño.
Kipling acepto de buen agrado, y agrego que le parecia oportuno darle al pequeño el ejemplar de Kim y la medalla de Hamonneau.
El escritor miro por la ventana de su estudio y recordo aquel feliz momento en el que tomo a su hijo en brazos por primera vez. A traves de Kipling, Dios habia salvado la vida del soldado frances, y de todo ello habia surgido algo milagroso.
Por fin, al cabo de muchos años, Kipling volvio a sentir la esperanza. Esa era la razon de que John hubiera sacrificado su vida: los que aun no nacian. Mejor que cualquier monumento que el pudiera construir, aquella criatura tan llena de vida y promesas hacia justicia a la memoria de su valeroso hijo.
"Mi hijo se llamaba John. Por lo tanto, el tuyo debe llamarse Jean", le escribio a Hamonneau. Asi, el ahijado de Kipling fue bautizado con el nombre de su propio hijo en frances..., y otro padre conocio la esperanza y el gozo que Kipling habia experimentado al ver a su hijo convertirse en un hombre."
Fuente: Selecciones Septiembre de 1993 Por Suzanne Chazin