Hay personas en la vida que nacen destinadas a dejar un mensaje, una prueba de fe y esperanza de que para todo lo malo que nos pasa existe una solución.
De esos mensajeros de la vida hay algunos que, para lograr el objetivo, han tenido que hacerlo a costa de su propia existencia, consiguiendo, con este duro precio, hacerles ver a todos que para lograr algo, si en verdad se quiere, hay que estar dispuestos a todo.
Hay otras personas cuya misión es dar ejemplo por situaciones que vivieron o accidentes que padecieron y la forma en que enfrentaron estos problemas para poder superarlos.
Tal es el caso de este joven regiomontano -de escasos 24 años en ese entonces- que con todo un futuro por delante sufre un accidente en Italia durante un viaje de estudios.
A continuación su historia:
La vida transcurría serena para Josafat. Como cualquier otro alumno que cursaba su carrera en el Tec de Monterrey, este joven regio de 24 años gozaba de buena salud, del amor de su familia, de una activa vida social y también era un buen estudiante. No podía pedir nada más.
En el verano de 2005 tomó la decisión de viajar a Europa para estudiar en Madrid y visitar algunas otras ciudades con sus amigos. Juntos planearon ir a Roma y conocer las joyas museográficas del Vaticano.
Sin embargo, la travesía se interrumpió. Josafat sufrió un terrible accidente en el que perdió ambas piernas y enfrentó el reto más grande de su joven existencia: luchar por sobrevivir.
"Íbamos de Mónaco hacia Roma en un tren viejo. Ya en territorio italiano, nos detuvimos en una de las paradas y como estaba haciendo mucho calor, me bajé a comprar agua; en ese momento, el tren arrancó y la puerta me quedó a 40 ó 50 metros y corrí para alcanzarla… y lo hice, pero como el tren iba muy rápido, me ganó. Realmente no supe qué fue lo que pasó, sólo me acuerdo que algo me pegó muy fuerte y que levanté mi cabeza para ver que mi pierna derecha no estaba y que la izquierda estaba quebrada, casi desprendida y nada más me desplomé".
Eran las 3:00 horas del 29 de junio. Josafat oró entonces por su vida y por contar con un poco más de tiempo para disfrutarlo con sus padres y realizar todos los planes que tenían. Guillermo Díaz, uno de sus compañeros de viaje y alumno de mercadotecnia del TEC, fue testigo de lo sucedido. En 10 minutos Josafat recibió la ayuda de los paramédicos, quienes lo trasladaron al hospital local de La Spezia, Italia.
Por la noche, el embajador de ese país notificó por teléfono a los padres de Josafat acerca del angustioso accidente. Ellos de inmediato emprendieron un viaje de 35 horas para acompañar a su hijo. Amanda Armendáriz, su mamá, no pensó encontrarlo vivo, pero aún entre la morfina y el ir y venir de doctores y amigos, Josafat siempre estuvo consciente.
"Me puse a pensar, tengo 23 años, acabo de perder las piernas y a lo mejor no vuelvo a caminar en toda mi vida. ¿Qué voy a hacer? ¿Voy a estar dependiendo de la gente toda mi vida?, pero me dije que no, que podía salir del problema y fue esa la actitud que tomé, si yo solo me había metido en problemas, yo solito tendría que salir."
Comenta que una vez que los doctores le anunciaron de la pérdida de sus piernas, se sintió agradecido por seguir vivo y reconfortó a sus padres cuando llegaron a verlo. "Le dije a mi papá que me diera un año y que para entonces podríamos retomar todos nuestros planes".
De vuelta, en Monterrey, Josafat deseaba ver a sus amigos lo más pronto posible. Sabía que se encontrarían tristes por lo que le ocurrió, pero quería demostrarles que estaba bien.
"No querían entrar a mi cuarto, se ponían a pensar ¿qué le voy a decir despúes de un accidente de esa magnitud? Y aunque yo sabía que no pasaba nada, muchos no reaccionaron de la misma manera en la que yo reaccioné, por que sé que se trata de algo grave, que no es fácil levantarte de esto todos los días. En fin, como yo empecé a bromear, se iban un poquito más animados y a la vez sorprendidos".
El contacto con su familia y amigos ubicó a Josafat de nuevo en su realidad. Con su entusiasmo asombró a muchos, aún en el hospital ya estaba haciendo planes. A su papá y amigos les dijo:
"dénme las piernas y en dos meses voy a estar caminando".
Por supuesto le decían que no sería tan fácil, pero él estaba seguro de lograrlo.
Luego de dos semanas y 10 cirugías, salió del hospital para comenzar su rehabilitación.
"Empecé a adaptarme a una nueva vida. Empezar de cero: aprender a ir al baño, a subir y bajar de la cama, trepar a la alacena y tomar algo, recuperar la movilidad sin las piernas”.
Tras un mes y medio de aprendizaje y de avanzar a un ritmo acelerado, nunca se detuvo ni volteó al pasado, siempre se sintió preparado para el siguiente paso en la rehabilitación, y ese fue aprender a caminar.
Acompañado por sus padres buscó dónde adquirir unas prótesis para las extremidades inferiores. Visitaron varios lugares en Monterrey, pero en una de esas visitas un técnico le dijo de una manera muy cruda que aún así nunca iba a poder caminar sin el apoyo de un andador, muletas o la asistencia de otra persona.
"Le respondí que yo iba a caminar sin necesidad de eso".
Sin embargo, la opción que le ofrecieron una y otra vez fue unas prótesis muy rudimentarias que utilizaba apoyado por muletas, pero lo que logró en un mes y medio de práctica fue caminar cuando mucho 10 pasos, y era muy doloroso.
En esos días llegó a su domicilio un paquete informativo de la empresa americana Hanger Prosthetics and Orthotics, que incluía el video de un joven llamado Cameron Clapp quien después de un terrible accidente con un tren donde perdió ambas piernas por arriba de la rodilla y el brazo derecho, aparecía caminando sin ningún problema: bajando escaleras, rampas, manejando sin controles de mano, incluso dando marometas en un trampolín.
"Fue cuando me dije: si él puede, yo también. Entonces, a principios de diciembre de 2005 fuimos a Oklahoma City, y a la clínica de Hanger"
Su primera cita fue el 12 de diciembre del 2005. Ese día ingresó en una silla de ruedas y después de una evaluación salió caminando con unos pequeños pies metálicos, con los que medía más o menos 1.35 metros.
"Lo que me pusieron fueron unos pequeños pies abajo del socket llamados stubbies, esto se hace con un bilateral, y es la mejor manera de comenzar, ya que se baja el centro de gravedad".
Se le quedó muy grabado que al salir a comer, ese primer día, le preguntaron si no le daba vergüenza que la gente lo viera así de enanito, y él contestó que no le importaba lo que pensara la gente porque estaba un paso más cerca de volver a caminar.
"Me enrolé en una rehabilitación que no era estar caminando cinco horas en unas barras paralelas, por el contrario, era salir al mundo exterior y enfrentar todos los retos, como escaleras rampas y demás. Dos semanas y media más tarde empecé a caminar con las piernas de altura regular por unas horas y luego regresaba a los stubbies, hasta que a fines de diciembre me quedé sólo con las piernas altas".
Se acercaba a su objetivo luego de dos meses de intensa rehabilitación y de usar constantemente las prótesis. Dominaba la mayor parte de las actividades cotidianas, lo único que faltaba era bajar una rampa sin sujetarse. El nuevo reto, y lo más difícil de la rehabilitación, era confiar en sus nuevas piernas, en esos dos pedazos de metal que de ahora en adelante estarían ahí para sostenerlo.
Fueron un par de semanas de caerse y levantarse quizá 20 ó 30 veces por día, de repetirse que al día siguiente lo intentaría de nuevo, y al final estaba listo para reincorporarse a su mundo.
"Tuve la suficiente fuerza y equilibrio para lograr bajar la rampa y todos esos buenos y rápidos resultados impulsaron que fuera invitado en marzo de 2006, junto con Cameron Clapp, a Washington D.C., al Hospital Militar Walter Reed, a interactuar con los soldados que llegaban heridos de Irak".
Convivieron un día completo con ellos, les enseñaron lo que podían hacer con esta tecnología y fue un experiencia reconfortante.
Josafat regresó a Monterrey a principios de abril y retomó la carrera de Contador Público y Finanzas cursando dos materias.
Fue una grata experiencia y la primera ocasión que ofreció su testimonio en el salón de clase de la maestra Elvira Torres.
"Fue cuando le agarré el amor a esto de dar conferencias. Me fue muy bien en la escuela y regresé a Estados Unidos en julio para una revisión de rutina. Aproveché para aprender a correr con unas piernas que me facilitaron en Hanger y fue un verano muy divertido.
De nuevo en Monterrey para empezar el semestre agosto -diciembre con cuatro materias, las últimas de mi carrera en Contador Público y Finanzas, tuve algunos inconvenientes porque sufrí una lesión en el muslo izquierdo, pero me gradué en diciembre y actualmente me desempeño como gerente administrativo de un negocio familiar de transporte (ransportesnuevosiglo.com.mx )".
Actualmente Josafat dedica parte de su tiempo a ofrecer charlas motivacionales para mostrar que no importa qué tan grande sea el problema, porque siempre habrá una solución.
Algunas personas que han enfrentado situaciones similares a la suya se acercan a él, y con ánimo y convencimiento les comparte que no es el fin del mundo, que con fortaleza y actitud adecuada no hay barreras que impidan salir adelante.
A continuacion podran ver un video de un dia normal en la vida de Josafat: Un dia normal.
Fuente Original: Josafat.com.mx