sábado, 26 de septiembre de 2009

La Opinión de los Demás



Recordaba en días pasados a una persona que me preguntaba en una ocasión que tenia que hacer para agradar a la gente, pues sentía que lo miraban constantemente y temía no estar haciendo lo correcto, incluso -continuaba- era tanto su preocupación que cuando caminaba sentía las miradas de los que lo rodeaban, se ponía nerviosos y terminaba por tropezar o hacer alguna tontería.

Su preocupación era muy grande por la opinión de los demás y le comente: Hagas lo que hagas nunca los tendrás contentos, mejor preocúpate por ser tu mismo y no como quieren los demás.

Para apoyar mi sugerencia le comente el siguiente cuento:

Un viejo y un joven viajaban con un asno. Al llegar a la aldea caminando junto al animal, los niños de la escuela rieron al verlos pasar diciendo:
-Mira esos tontos, tienen un asno robusto y van caminando, por lo menos el viejo podría montarse en él.

Al escuchar a los niños, los hombres pensaron que deberían de seguir el consejo, pues pronto llegarían a otra población y la gente se volvería a reír de ellos. Así pues, el viejo se montó en el burro y el joven caminó detrás.

Entonces encontraron un grupo de gente que los miro y dijo:
-¡Mirad! El hombre viejo montado en el burro y el pobre muchacho caminando.

Así que cambiaron puestos, el hombre viejo camino y el joven montó en el burro.

Entonces otro grupo de gente se acercó y dijo:
-¡Mira que muchacho más arrogante! Quizás el viejo es su padre o su maestro, y va caminando mientras el joven va montado en el burro.

Esto es contrario a toda norma.

Ahora, ¿qué podían hacer? Ambos decidieron probar la única posibilidad restante: sentarse los dos en el burro. Así que montaron ambos en él.

Entonces otro grupo se acercó y dijo:
-¡Mirad qué gente tan violenta! El pobre burro está casi muerto, mejor sería que lo cargaran ellos en sus hombros.

Así que otra vez lo discutieron y decidieron llevar al burro en hombros, pues de otra manera la gente de la aldea vecina los llamaría tontos. Por lo tanto, cortaron un bambú, colgaron al burro de las patas y lo cargaron. El pobre animal trato de rebelarse -como cualquier burro lo haría- y trato de escapar, pues no era un fanático de la sociedad, no creía en la opinión de los otros. Pero los dos hombres estaban empeñados y lo forzaron, así que el burro se doblegó.

Precisamente cruzaron el puente para llegar a la aldea cuando una multitud se reunió en derredor suyo y exclamó:

-¡Mirad a esos tontos! Jamás existieron idiotas semejantes, en vez de montar el burro lo llevan a cuestas. ¿Se habrán vuelto locos?

El burro mientras tanto se puso inquieto, tan inquieto que saltó y se cayó desde el puente al rió, matándose enseguida. Ambos bajaron al rió y junto al animal muerto el hombre viejo habló al muchacho, pues ésta no es una historia ordinaria, el viejo era un maestro Sufí, y el joven su discípulo

El viejo dijo:

-Mira, así como el burro, tú estarás muerto si escuchas demasiado la opinión de los demás. No te preocupes de los demás, pues ellos son muchos y tienen su propia mente, por lo que dirán siempre cosas diferentes. Si continúas escuchando a otros y no escuchas tu propio centro intimo, serás llevado de un lado para otro. Escucha tu voz interior, siéntela y muévete de acuerdo a ella.
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