La maldad siempre ha existido, de todas las formas y de todas las maneras, aunque predomina entre los hombres, no es exclusiva de este genero.
Hay quien propone orar para erradicarla, pero seria como dejarle a Dios todo el trabajo.
Se nos entregó un mundo y una vida, es nuestra culpa si no lo sabemos aprovechar.
El muchacho atravesó el desierto y llegó finalmente al monasterio de Sceta. Una vez allí, solicitó presenciar una de las charlas del abad, y obtuvo permiso para ello.
Aquella tarde, el abad reflexionó sobre la importancia del trabajo de labranza.
Al final de la charla, el muchacho le comentó a uno de los monjes.
-Me he quedado muy impresionado. Pensé que escucharía un sermón iluminado sobre las virtudes y los pecados, y el abad sólo hablaba de tomates, irrigación y cosas por el estilo. En el lugar de donde vengo, todos creen que Dios es misericordia, que basta con rezar.
El monje sonrió y respondió:
- Aquí nosotros pensamos que Dios ya hizo su parte, y que ahora nos toca a nosotros continuar el proceso.