Cuando se es joven, es muy fácil caer en la creencia de que se sabe todo.
No se aceptan consejos ni sugerencias y los oídos permanecen sordos a cualquier critica o comentario.
A esa edad, es común sentirse los dueños del mundo y hacer gala de ello. Se habla y se comenta de "todo" el conocimiento de que se es dueño y cuando se acercan a alguien con experiencia disfrutan el retarlos a que les enseñe lo que -supuestamente- les falta por conocer.
Un profesor universitario fue a visitar a un famoso maestro Zen en Kyoto en busca de conocimiento. Mientras el monje servía té, el profesor comentaba los ejercicios, analizaba los textos, interpretaba las historias y las tradiciones, divagaba sobre los antiguos procedimientos de meditación. Hizo todo lo posible para impresionar a su anfitrión, con la esperanza de que lo aceptase como discípulo.
Mientras hablaba, el monje continuaba llenando su taza hasta que el líquido se derramó y el té comenzó a extenderse por toda la mesa.
-. Qué es lo que está usted haciendo? ¿Que no ve que la taza está llena y no cabe nada más en su interior?
- Su alma es como esta taza - respondió el maestro . ¿Cómo puedo yo enseñarle el verdadero arte del budismo zen si ella ya está llena de teorías?