jueves, 12 de agosto de 2010

La envidia sobre la victoria ajena




En muchos casos, en que se sabe del triunfo o éxito de algún contemporáneo, es común escuchar comentarios minimizando el hecho o poniendo en duda la limpieza del logro.

Este sentimiento, en el mayor de los casos, es generalizado en las personas, aun y cuando se esté en una posición cómoda. La satisfacción conseguida desaparece en el momento en que se sabe que el otro es mas. Y si ya no queda nada por hacer, el desacreditamiento es inminente.
Un grupo de demonios intentaba entrar en el alma de un hombre santo que vivía cerca del Cairo. Ya le habían tentado con mujeres de Nubia, manjares de Egipto, tesoros de Libia, pero nada les había dado resultado.

Un día que Satanás pasaba por allí, se fijó en los esfuerzos de sus siervos.

-¡No entendéis nada! -Dijo Satanás- No habéis utilizado la única tentación a la que nadie se resiste. Os lo demostraré.

Se acercó al hombre santo y le susurró a los oídos:

-¿Te acuerdas de aquel sacerdote que estudió contigo? Le acaban de nombrar obispo de Alejandría.

De inmediato, el hombre santo tuvo un ataque de rabia y blasfemó contra la injusticia de Dios.

-La próxima vez debéis empezar con esta tentación -dijo Satanás a sus siervos-. Un hombre puede resistirlo casi todo, pero siempre siente envidia de la victoria de su hermano.
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